Uno de los misterios electorales todavía sin resolver consiste en descubrir a los votantes secretos de Luisa Fernanda Rudi (PP).

Aparte de los fachelis, los ultramontanos, los rancios patriotas, la iletrada burguesía local, los ancianos electoralmente cautivos en casas de salud, la ortodoxia del brazo talar, los tontos de los pueblos (entre los cuales, numerosos regantes), los tontos útiles que creen en las mentiras de la propaganda oficial, y parte de esa generación de los ochenta que ha crecido a la sopa boba oyendo renegar de Felipe, no se me ocurren más. Porque votar Rudi es votar trasvase, pobreza, despoblación, emigración, desindustrialización, desertización, racionamiento de agua en nuestra tierra...

Sin embargo, todos los sondeos insisten en que los resultados del PP en la provincia de Zaragoza no serán malos. Las siglas trasvasistas tienen posibilidades, incluso, de alzarse con una victoria que haría brincar a José María Aznar por los pasillos de Moncloa.

Para materializar su soñada vendetta , el presidente saliente ha confiado, una vez más, en una de sus abejas reinas. Desde su punto de vista, ha hecho bien. En la disciplina de partido, y como icono electoral, Rudi responde. Detrás no hay nada, o casi nada, pero eso, frente al botín de las urnas y el gusto de la revancha, no importa.

La candidatura de Rudi, sin embargo, hace aguas por todas partes. Detrás de la foto de nuestra abeja reina se vislumbra un zángano procedente de otra colmena (Gabriel Cisneros), un laborioso abejorro (Ramón Moreno) y una pizpireta avispa (Verónica Lope, también con aguijón), pero no un título universitario ni apenas experiencia laboral (Rudi sólo ha desempeñado un empleo ocasional, como administrativa de una gestoría). No hay, salvo la zarzuela y una taurina afición, formación cultural (en su última entrevista en TVE, la candidata fue incapaz de nombrar a un sólo escritor). No hay bagaje de gestión (recuérdese su ocioso paso por el Ayuntamiento de Zaragoza, y su clamorosa ausencia de la circunscripción en el último período de sesiones), ni otra cultura democrática que la polinizada en los panales de Manuel Fraga. No hay pensamiento ni obra... Y, en cuanto a las trasvasistas palabras de Rudi, sólo se puede admirar el cuajo y la facundia con que la candidata ha urdido sus hidráulicas patrañas.

¿Entonces, si no hay ética, ni verdad, qué tesoros se cobijan en la celdilla de la abeja reina?

La respuesta es sencilla: una enorme ambición, y un desmedido placer por el predatorio uso del poder. Por la práctica de clavar el aguijón. Ciertas víctimas de Rudi -José Ignacio Senao, Pepe Atarés, Santiago Lanzuela- todavía exhiben, muy a su pesar, las marcas de esa letal picadura. La abeja reina respeta a los zánganos de la colmena madrileña, pero la emprende con las pobres abejas albañilas, con las carpinteras, con las ventiladoras, con las obreras, con todas aquellas trabajadoras compañeras susceptibles de ocupar un día su lugar en el rico panal de Aragón.

Que es, bien explotado, rico en mieles, en escaños, en presidencias, en telefónicas...

*Escritor y periodista