Que la disciplina de partido está por encima de todo, ya no me sorprende. Pero que a sus señorías les siga preocupando más la forma que el fondo en un tema tan delicado como el aborto, me inquieta. Ahí tienen la prueba: el ministro Alberto Ruiz Gallardón, vitoreado, aplaudido, casi sacado a hombros del Congreso de los Diputados por algunos compañeros de partido después de que el PP haya tumbado la proposición no de ley del PSOE contra su "ambicioso" plan.

Qué más da el dolor que esa imagen pueda provocar a una mujer. Qué más da la rabia que pueda generar a las miles y miles de mujeres que cada año se ven obligadas abortar por un motivo u otro. Qué más da lo que piense la conciencia. Aquí lo que cuenta es parecer infranqueable, indivisible, aunque los cimientos tengan más de una grieta.

Y ME HAGO --les hago-- una pregunta: ¿Qué diferencia esa votación de las otras dos secretas que ha habido en democracia? Nada. La primera fue en 1995 en el Senado para decidir si se daba luz verde a una comisión de investigación sobre los GAL. La segunda, en 2003. Voto secreto, sin nombre, sin huella, para refrendar o no el respaldo de la cámara a la Guerra de Irak y a la gestión de Aznar tras su guiño a Bush. Como ahora, ni rastro de fuga de votos. Ni un diputado rebelde levantando la mano contra su partido. Si lo hacen, multa. Hasta quinientos euros por salirse del guión. Nada que ver con lo que ocurre en democracias como Reino Unido, allí votar en conciencia forma parte del juego democrático, de las reglas no escritas del día a día en el parlamento.

Aquí, en cambio, ese cierre de filas provoca situaciones tan curiosas como que un ministro saque del cajón a Astérix y Obélix para criticar a la oposición por plantear una votación secreta. Sí, Gallardón ha llevado a Titus Perfectus nada menos que al Congreso de los Diputados. ¡A la cámara que representa a todos los españoles! En el cómic, Titus tiene tal poder de persuasión que, sin argumentos, convence a los leones de un foso para que se coman entre ellos. Y dice el ministro que el PSOE, como el personaje de Astérix, solo pretende "dividir" al discrepar sobre su ley del aborto. Se le ha olvidado un detalle al ministro: para la oposición, y para millones de mujeres, su ley también es propia de la época de Titus, del año 50 a. d.C.

Periodista