En Tolva gobierna Isidro. Que es el alcalde, vamos. Él siempre ha sido más de ir de copiloto, de los buenos, de lectura a todo trapo, arrás, derrape y 'Por Dios, trata de arrancarlo'. Ahora lleva el volante de un pueblete donde si miras la lista de jefes en democracia identificas al panadero, al del bar, al transportista… a la gente. Que al menos hay que ser cinco para mantener el municipio y no ser absorbido por el de al lado. Alguien tiene que salir. Luego la 'secre' ya hace los papeles las tardes de los martes cuando hay reunión de asuntos varios.

Políticos de la tele hay pocos. Casi menos que presupuesto. Se trata de que las cosas funcionen, tirar para adelante, administrar lo que hay y rascar un pelín más, montar las fiestas, arreglar alguna calle, el alumbrado… Se necesita tiempo libre, que no sobra, por lo que mejor ser jubilado.

Las discusiones de Moncloa no entran mucho en estas asambleas municipales y rurales. Más bien sobran pese a que cada cual tiene sus ideales. Aunque si a usted no le gustan, tengo otros. Puro marxismo 'grouchanismo'. O que aquí se vota al fulano o la mengana y no a la sigla o al siglo. Tengo una anécdota ilustrativa. Recuerdo hace poco en una visita al Pirineo que un lugareño me comentaba que en el pueblo alguno ya se había presentado por PAR, PSOE y PP. Variedad. También los hay que pretenden hacer carrera, los pocos, y vuelan pronto.

En mi experiencia como 'neorruralita' he conocido alcaldes de distintos pelajes, en poblaciones más grandes y chicas.

Yo tengo claro con quién me quedo. Con ese que se deja la piel por los suyos, por amor al terruño, que lidera, respeta y escucha a todos, que sabe por donde ir para sacar perras, hace cosas, impulsa futuro en sitios donde hay más pasado que presente. Porque la vida y la resistencia está en juego, no tanto el poder.

Y es necesario poner en marcha algo, ese proyecto de un lado o de otro, uno bueno, que se vote, se consensúe o se decida, pero un proyecto sólido para evitar la fuga de gente, la llegada de nuevos, elevar inversión, viviendas y trabajo.

Porque ingrata es la labor de alcalde en sociedades donde cada voto importa, todos opinan y exigen, la crítica más que política es personal, se unen Falange y los troskistas para echarte, donde siempre todo mal. Donde también puede que el cargo sea cosa de herencia, ni falten populistas, broncas y jetas. Donde la unión hace la fuerza. La de un pueblo y, debería, la de todos los pueblos. Todos a una como Fuenteovejuna. Quizá por eso se necesitan pocos políticos de tele y más copilotos, panaderos, transportistas y el del bar que hagan cosas.