Mas de cinco mil personas, que en Teruel capital son muchas, se manifestaron, según datos de la plataforma ciudadana, en favor de una línea AVE con Madrid. Todo un deseo, todo un clamor.

Entre los manifestantes no estaba la alcaldesa de la ciudad, Lucía Gómez, cuya ausencia fue repetidamente abucheada en las consignas de la marcha. Grave error el de la regidora. Si las elecciones municipales se celebrasen este domingo, no creo que repitiera en el cargo.

Existen algunos didácticos precedentes de alcaldes que han escurrido el bulto a la hora de apoyar las demandas populares, y que después, en justo castigo, fueron rechazados en las urnas. El más claro y reciente, el de José Atarés, quien cometió el absurdo e injustificable disparate de apoyar el trasvase del Ebro, factor que le costaría la elección. En cambio, Antonio González Triviño, allá por el arranque de los años noventa, anduvo listo al quebrar la disciplina de partido y apoyar las reivindicaciones autonómicas, lo que le salvó momentáneamente la piel.

La posición de la alcaldesa turolense, Lucía Gómez, recién elegida, para más inri, miembro de la ejecutiva socialista, carece de justificación social. Puede entenderse, para quien así lo desee asumir, desde el punto de vista de la jerarquía de un partido jacobino, centralista, como el PSOE, que ha hecho de la obediencia interna (como también, el PP) un axioma básico de su funcionamiento doméstico. Ya dijo Alfonso Guerra, en su momento, aquello de que quien se movía no salía en la foto, inquisitorial recomendación que, por desgracia, debe seguir vigente en el partido refundado por Rodríguez Zapatero. Tan dialogante y democrático él.

La alcaldesa Gómez debió sentirse herida al contemplar cómo una multitud de sus vecinos se concentraba frente a la fachada del Consistorio para reclamar en vano su presencia, y para, acto seguido, al comprender que no se sumaría a la manifa, ponerla a caldo, pero ni siquiera en ese sentimiento o dolor la amparaban argumentos de razón. Porque sus conciudadanos, desde hace tiempo, lo único que están pidiendo es, ni más ni menos, que se les trate como al resto de provincias que les circundan. Como a Cuenca, Albacete o Castellón, que sí disfrutarán de una alta velocidad en condiciones, vertebradora y moderna, y fuente segura de desarrollo y riqueza. No reclamaban los turolenses, por medio de la coordinadora Teruel Existe, nada injusto, caprichoso, aleatorio, insolidario, oportunista o coyuntural, sino una manifestación concreta del derecho básico, irrenunciable, constitucional, a la igualdad de todos los españoles ante el gobierno y la ley. Lo contrario, la posición del PSOE y de su alcaldesa en la capital del Turia, equivale a consagrar la desigualdad, y a generar un foco de legítimo malestar, cuyas consecuencias están todavía por verse.

Si en su momento no se pudo entender, salvo apelando a pactos contra natura, por qué el Gobierno de Aznar condenaba a una de las provincias aragonesas a la incomunicación ferroviaria, que sea ahora el nuevo PSOE, con Víctor Morlán en la sala de máquinas de Fomento, quien remache el último clavo de ese ataúd, clama al cielo.

Muy triste lo suyo, alcaldesa.

*Escritor y periodista