En mayo de 1968, un jovencísimo estudiante de la Escuela Normal Superior se hizo famoso en medio de las revueltas estudiantiles parisinas que conocimos como El Mayo francés y que, de alguna manera, pusieron patas arriba muchas cosas en Francia, en Europa y en el mundo, cosas a las que merecía la pena poner patas arriba. Se llamaba Bernard-Henri Lévy y tenía por entonces 19 años. Más de cinco décadas después, con 70 a las espaldas, Lévy vuelve a fijarse en otro mes de mayo, el de este 2019, y en una fecha concreta: el día 26. Ese domingo se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo, en un momento que a muchos se nos antoja decisivo para el futuro, y el filósofo francés lanza un manifiesto a través del periódico Libération. Un manifiesto que titula La Casa Europea en llamas y que han reproducido otros diarios europeos en fechas recientes..

Tres decenas de los más prestigiosos intelectuales del viejo continente, que se autodefinen como «patriotas europeos», se han adherido a él y aunque, como es lógico, nadie me haya pedido la firma (que desentonaría al lado de tantas luminarias) quiero sumarme a las palabras de Lévy con entusiasmo y decir en voz alta que las suscribo de principio a fin. Incluso, a riesgo de parecer osado, me permitiré añadir alguna más.

El manifiesto comienza con una breve y contundente sentencia: Europa está en peligro. Y ciertamente lo está, tanto que a primera vista podría pensarse que semejante advertencia está de más, puesto que todos lo sabemos. Grave error. Es seguro que muchos de nuestros conciudadanos no son todavía conscientes de que existe un plan, minuciosamente elaborado desde las covachas más reaccionarias. Steve Bannon, el gurú del populismo, el ideólogo trumpista (y putinista, y lepenista, y salvinista, y bolsonarista, y…) lleva mucho tiempo instalado en Europa y pretende extender la fiebre de la extrema derecha a todos los países de la Unión. Con un éxito que, por el momento, no deberíamos minusvalorar.

«Atacada desde dentro por falsos profetas borrachos de resentimiento, que creen que su hora ha llegado, abandonada desde fuera por los grandes aliados -del otro lado del Canal de la Mancha y del otro lado del Atlántico- que en el siglo XX la salvaron en dos ocasiones del suicidio, presa de las maniobras cada vez menos disimuladas del señor del Kremlin, Europa, como idea, voluntad y representación, está desintegrándose ante nuestros ojos».

Este es el panorama que describe Bernard-Henri Lévy, el paisaje tenebroso en el que van a celebrarse las elecciones de mayo próximo. Con los herederos de aquellos que llevaron repetidamente a Europa hasta el borde del abismo frotándose las manos ante la idea de entrar masivamente en el Parlamento Europeo (aquí, en España, son los herederos del más rancio franquismo los que aspiran a un buen resultado electoral). En realidad son caballos de Troya, decididos a acabar con la Unión desde dentro. Y quienes deberían defender la fortaleza de las libertades ante la embestida de los bárbaros se limitan a mirar el futuro, ya tan inmediato, con una mezcla de pena y resignación. Solo eso.

Y a veces hay algo peor. Muchos demócratas que se definen como europeístas repiten una letanía de tópicos, todos ciertos, que acaban culpando a Europa de esta oleada populista que pretende hacernos volver al pasado. Los errores ( o no) cometidos en la gestión de la crisis de 2008, el exceso de burocracia, la complejidad técnica de la mayoría de los asuntos que componen la acción de la UE… Por todo eso, muchos de ellos tal vez se queden en casa el 26 de mayo, rumiando su disgusto, culpando de él a otro, y viendo por televisión cómo los hunos entran a caballo en el templo de la paz, la libertad y la democracia que construyeron varias generaciones de europeos.

Pues bien, frente a esos que se resignan a la derrota sin comprender que son más, y que son más fuertes, se alza el manifiesto de los Patriotas Europeos. Que son, como dice Lévy, «más numerosos de lo que se cree pero, a menudo demasiado conformistas y silenciosos» (…) «saben que nos enfrentamos, 75 años después de la derrota de los fascismos y 30 años después de la caída del muro de Berlín, a una nueva batalla en defensa de la civilización». De ahí el llamamiento a la movilización y a la participación en las urnas que hace este manifiesto o, por decirlo con sus propias palabras, «de ahí esta exhortación a retomar la antorcha de Europa que, a pesar de sus incumplimientos, sus errores y a veces sus cobardías, sigue siendo una segunda patria para todas las personas libres del mundo».

Hay que ir a votar, pues, a pesar de todo, porque nada podría justificar que quienes somos más, muchos más, tengamos que ver cómo lo más negro del pasado europeo vuelve a alzar sus siniestras banderas ante nuestra pasividad, o nuestro des-concierto, o nuestra cobardía. Europa es un espacio común de libertades, en el que personas y mercancías se mueven sin obstáculos, con una misma moneda en el bolsillo y gozando de una serie de derechos idénticos para todos y de las instituciones que se los garantizan. La construcción de esa Europa es la mayor y mejor obra política que heredamos del siglo XX, pero no podemos pensar que ya está lograda, que nada la amenaza y que terminará de construirse por sí sola, sin el esfuerzo y la vigilancia de sus ciudadanos… solo porque la Historia está de su parte.

Un párrafo más del manifiesto: «Esa Europa perezosa, carente de recursos y de ideas, es con la que hay que terminar. Ya no hay otro remedio. Cuando retumban los populismos, debemos desear Europa, o naufragaremos».

Resulta estimulante comprobar que estas ilustres cabezas, con muchos años , siguen ahí, en primera fila, advirtiendo a los perezosos de que nada es para siempre y de que tenemos el deber de defender todas las obras de nuestros antecesores que nos han hecho mejores, más libres, más prósperos y más cultos. Porque esas obras siguen teniendo enfrente a los mismos enemigos de siempre: a los que sueñan con volver a los tiempos de señores y siervos, de religiones oscurantistas y odio al extranjero, de sumisión femenina y pan y toros para la plebe.

Digámoslo de una vez, con los firmantes del manifiesto: Lo que está en entredicho -algo que no ocurría desde los años 30- es la democracia liberal y sus valores. No lo permitamos. <b>

*ATTAC Aragón</b>