Aun cuando el alcohol sigue siendo la sustancia más consumida entre los jóvenes, con las consecuencias lamentables que ya conocemos, el creciente uso y abuso del cannabis está llegando a unos niveles preocupantes, tal y como advierten los responsables del Plan Nacional sobre Drogas (PND) y del Proyecto Hombre, la organización que está en la trinchera de la lucha por el tratamiento, la prevención y la sensibilización de las drogodependencias.

En cinco años, los adolescentes de entre 13 y 23 años que han solicitado su ayuda para abandonar la adicción a la marihuana han pasado de un 44% del total de personas tratadas a un 79%, con un descenso en paralelo de las que consumían cocaína (del 41% al 8%). Son cifras que nos informan de la consolidación del cannabis como una droga peligrosa y, en comparación con la cocaína, más barata y más apta para los tiempos de crisis.

EPIDEMIA

Los datos del PND hablan de 83.000 adolescentes en situación de "consumo problemático", es decir, más allá de la práctica esporádica y sufriendo consecuencias que afectarán de manera inevitable a su vida adulta. Fumar un porro, aun hoy en día, goza de una cierta permisividad por no decir de una determinada aura de ingenua candidez, pero lo cierto es que a estas alturas ya podemos hablar de epidemia entre los más jóvenes. Que un 3,8% de la población de entre 14 y 18 años sea adicta a una marihuana más barata (gracias al autocultivo) y con más potencia que la de hace años es un problema grave de salud que incide en toda una generación y que supone a muchos adolescentes una trágica hipoteca para el futuro.

PELIGROS

Y es que la adicción al cannabis es peligrosa: problemas de concentración en una edad clave, con la inevitable tendencia al fracaso escolar; personalidad débil con tendencia a la depresión, la ansiedad y los brotes psicóticos; necesidad de mayor consumo como puerta abierta a nuevas y más lesivas drogas... Todo ello se combina para producir un cóctel explosivo que conlleva conductas irritables y delictivas, ausencias del entorno y tendencias a la desconexión del mundo real.

De la misma manera que las administraciones iniciaron en su día la lucha contra el tabaquismo, deberían ponerse también en práctica políticas que acaben con la percepción de que el porro es inofensivo e inocuo. De manera taxativa.