La Unión Europea (UE) responde a la incertidumbre económica que viven -y vivirán- los países miembros durante la crisis del coronavirus de una manera responsable con un acuerdo inédito de 750.000 millones de euros. El pacto trazado es una magnífica noticia para la unión común, especialmente para los países con mayor inestabilidad económica como es el caso de España, pero no para la agenda del Gobierno de coalición de Sánchez.

Debemos de aplaudir el buen acuerdo de una unión que se sumerge en el federalismo con condicionantes económicos que apuestan por la rentabilidad y la competitividad. Ya no hay más cheques en blanco para engordar la deuda sin medida.

De ahí el incentivo otorgado de manera inherente al paquete de ayuda económica: España debe acometer reformas viables sustentadas en lo pragmático relegando de la ideología populista o el despilfarro. Si no lo cumple, una mayoría cualificada de los países miembros podrá vetar la recepción de dinero comunitario por parte del Gobierno de Sánchez.

Esto tiene una línea más que positiva. Es evidente que los condicionantes para recibir el paquete de ayuda de la UE conlleva que se mantenga la reforma laboral o que se contenga el gasto superfluo. El Gobierno de Pedro Sánchez no debe dejar de gastar euros como si ya no hubiera un mañana.

Europa ya no es la gallina de los huevos de oro. Ni derroches en rotondas ni planes absurdos en obras faraónicas. Tan solo acometer reformas que ahonden en políticas verdes, iniciativas por la competitividad o la apuesta por una economía digital. El llamado «freno de emergencia» que aplicaría la Unión ante el despilfarro que podría emprender España -u otros paísesserá vetado para corregir al país que sea en la viabilidad crediticia o en la prudencia económica. Es algo razonable pero que tiene una derivada endiablada.

El instrumento para vetar por parte de varios países miembros los planes de reformas de un Estado que proponga más despilfarro - o una propuesta económica alejada de los intereses de la Unión- incide en una legitimidad democrática que asusta. No sería razonable que el interés de pocos inhabilite la pretensión de un Gobierno elegido democráticamente.

En caso de que sucediera, esta decisión de veto europeo promoverá conflictos políticos que ocasionarán un agravio comparativo en la ansiada unión federal entre los populistas -de izquierda a derecha- y los pragmáticos o entre los interés del norte con los del sur.