El empresario japonés K. Matsushita conquistó América siguiendo a rajatabla el principio de "cero defectos" en la producción. No admitía que los ejecutivos aceptasen los márgenes porcentuales de error, por muy pequeños que fuesen, porque para el cliente que adquiere el producto defectuoso supone el ciento por ciento. Esa filosofía le aupó al control de compañías líderes del sector electrónico como Industrial Electric, National y Panasonic, y le llevó como profesor a las Universidades de Stanford y Harvard y al Instituto Tecnológico de Massachussets.

Ese objetivo de "cero defectos", por inalcanzable que parezca, es el criterio con que los profesionales del Sistema Nacional de Salud y sus gestores proyectamos la atención sanitaria a la población partiendo de los recursos que la sociedad aporta solidariamente a través de los impuestos.

Y como en todo Estado de Derecho los medios de comunicación, responsablemente, hacen públicas las disfunciones que la Administración comete o permite en la prestación de estos servicios, tenemos garantía de que no existe impunidad o silencio ante los errores y desviaciones.

DURANTE EL año pasado, 3.200 personas acudieron al Servicio de Atención al Paciente del Hospital Universitario Miguel Servet para quejarse, fundamentalmente, de los plazos de espera para pruebas y hospitalización o por cuestiones de atención y tratamiento. ¿Son muchas quejas o pocas? Como para quien padeció el problema --como para quien compra el televisor que no funciona-- su caso es "el total", es de justicia analizar los fallos o disfunciones en su ámbito real.

Así, la memoria asistencial del Hospital Universitario Miguel Servet nos dice que el año pasado acudieron a sus consultas médicas más de un millón de pacientes; se asistió en urgencias a 204.167 personas; se realizaron casi 30.000 intervenciones quirúrgicas; hubo cerca de 4.000 partos, datos que unidos a los trasplantes de corazón, de riñón, de córnea y médula, a las técnicas de reproducción asistida y otras actividades de altísima especialización y nivel indican sin triunfalismos que se trata de uno de los hospitales más activos y eficientes del Sistema Nacional de Salud. Una pieza fundamental que, unida al alto y diferenciado rendimiento del Clínico Universitario Lozano Blesa, Provincial, Royo Villanova, San Jorge, Hospital de la Defensa y los de Huesca, Barbastro, Jaca, Teruel, Alcañiz y Calatayud, y con la modélica red de atención primaria de las tres provincias, hace posible la asistencia sanitaria de más de un millón doscientas mil personas.

Si relacionamos el número de quejas (3.200) con los actos médicos (1.300.000) podemos deducir que las protestas significan un 0,25%; es decir, una por cada 400 actividades realizadas. Un dato, que de no ser por el impagable ejemplo de Matsushita, podría llevar a la autosatisfacción por lo bien que lo estamos haciendo, tanto los profesionales de la sanidad como sus gestores.

Pero preferimos hacer nuestras las palabras del japonés abandonando la idea de que podemos permitir algún margen de error, simplemente por el hecho de que la eliminación de defectos sea difícil.

PROFESIONALES y gestores analizamos con ese talante constructivo los datos de las memorias asistenciales. Con más objetividad y menos triunfalismo que nuestra ministra cuando se enorgullece de las felicitaciones que recibe por el "milagro español": tener uno de los mejores indicadores sanitarios del planeta, con un sistema universal y gratuito que proporciona prestaciones más ambiciosas que ningún país de la Unión Europea... y sólo dedica a ello el 7,9 por ciento del Producto Interior Bruto.

Como siempre, una visión globalizada ayuda a comprender mejor la realidad y sus problemas. Países más ricos que el nuestro están recortando o disminuyendo las prestaciones de sus sistemas de Salud, como ocurre ahora mismo en Alemania, Francia y Reino Unido; otros, es el caso de Norteamérica, son incapaces de desarrollar un sistema sanitario de cobertura universal. La comparación no es odiosa en este caso, es necesaria para darnos cuenta de lo que tenemos, para valorarlo y protegerlo.

Está en marcha una convocatoria de huelga encadenada y consecutiva de tres días por semana. Los motivos son conocidos: igualdad salarial para igualdad en el trabajo, sin discriminaciones. Existen acuerdos sindicales con la Administración, vigentes hasta final de este año que dificultan el éxito de la reivindicación tanto como su coste económico --moderado-- no contemplado en los presupuestos de la Comunidad para este ejercicio. Sería bueno, sobre todo para el sistema, que los problemas pudieran plantearse en un diálogo donde con imaginación y elasticidad se pusiera fin tanto a la convocatoria de huelga como a su justificación.

Creo que es el deseo unánime de todos los aragoneses, usuarios actuales o potenciales de nuestro espléndido sistema de Salud.

*Catedrático de Urología