Imagino en este momento a Santiago Abascal en el jardín de su casa acompañado de Rocío Monasterio y esposo con esa cínica sonrisa esculpida a hierro así insulten a inmigrantes o loen a golpistas de Estado viendo pasar por delante de ellos a toda esa tropa moviéndose de arriba abajo, y de derecha a derecha o de izquierda a izquierda porque mezclarse no se mezclan buscando no sé muy bien qué ¿devorarse los unos a los otros?

En una legislatura que parecía encaminada, con presupuestos generales aprobados, con los once mil millones de la ayuda europea, la pandemia en un momento de control mientras va avanzado el proceso de vacunación, va ahora y parece que todo implosiona. Le hemos debido coger el gusto a esta existencia entre la vida y la muerte, debemos tener síndrome de Estocolmo de los meses extraordinarios que nos ha tocado vivir, que ahora todo nos parece metadona y necesitamos de droga más dura. Si la pandemia era el gran acelerador de acontecimientos, Murcia no se ha quedado atrás. Todo lo que se ha derivado de lo ahí sucedido, ha despertado de la latencia posibilidades no tan remotas que estaban agazapadas. La nueva dirección de Ciudadanos decide cambiar el rumbo que le habían impuesto los que le llevaron a los peores resultados y que han seguido trabajando desde dentro para destruir a sus antiguos amigos.

El Partido Popular lanza abiertamente una OPA hostil a Ciudadanos, mientras pretenden que estos últimos no se enfaden y sigan gobernando con ellos en todo el poder territorial que comparten. El Partido Socialista, tras la imposibilidad de romper el bloque independentista que también se devora entre ellos, pero ahí permanecen unidos en un contigo ni sin ti tienen mis penas remedio, intentaba mantener con mimo y esmero a Ciudadanos restando así poder negociador de Pablo Iglesias en el Gobierno como interlocutor habitual de ERC y Bildu.

Pues ni unos ni otros, Ciudadanos en un marasmo interno que debe de embridar Arrimadas con la nueva ejecutiva y el candidato a las elecciones a la Comunidad de Madrid; e Iglesias abandonando el Gobierno para hacer frente al «nuevo fascismo» que amenaza Madrid en un modelo de salvapatrias antiguo que nadie ha reclamado. Eso sí opacando la más que destacable labor de oposición de Más Madrid en la Asamblea, con Mónica García a la cabeza, manteniendo la rivalidad con Iñigo Errejón y descolocando a Ángel Gabilondo en este escenario de bandos comunistas, liberales, que tanto bien hacen a la ultraderecha que sin mover un pelo ve cómo le están armando una campaña electoral a su medida, mientras los demás no podemos salir de nuestra perplejidad.