Hace unos quince días el ministro de Defensa Federico Trillo-Figueroa Muñoz-Conde volvió a las portadas de los noticiarios al manifestar a un grupo de correligionarios políticos que su deseo hubiese sido ser ministro ocho años antes para así haber podido conquistar el Peñón de Perejil y facilitar a los pescadores faenar en las aguas de soberanía marroquí. Las reacciones a tan desafortunadas ideas se centraron en el hecho de que esas palabras fueron pronunciadas al final de una larga cena. Para mí, y así lo expresé en público, lo que se adivinaba tras la intervención del ministro era algo más que una bravata, ya que esas palabras dejaban entrever uno de los mayores males de nuestra reciente historia: el militarismo.

El martes 24 de febrero, el nombre de una ciudad saltó a las primeras páginas de todos los diarios: Alhucemas. Un violento terremoto y las habituales réplicas han causado ya más de 500 muertes en la zona del norte de Africa que se identifica con dicha población marroquí y alrededores. Es posible que algunos de quienes lean estas líneas, los más jóvenes, no hayan oído nunca dicha palabra, pero a los más veteranos y a los aficionados a la historia oír Alhucemas les habrá despertado algunos recuerdos.

SIENDO PRIMER ministro Leopoldo O´Donnell tuvo España su primera intervención importante en el norte de Africa. Ya se habían perdido la mayoría de nuestras colonias y el expansionismo territorial apuntaba a la orilla sur del mediterráneo. La llamada Guerra de Africa, en 1859-1860, dio lugar a una exaltación del militarismo con arengas a los combatientes como la del arzobispo de Madrid: "Sois los herederos de los vencedores de Covadonga, las Navas, y el Salado. Vais al combate a pelear contra infieles enemigos, no sólo de vuestra reina y de vuestra patria, sino también de vuestro Dios y de vuestra religión", o con el éxito de Pedro Antonio de Alarcón: "Diario de un testigo de la guerra de Africa". Con cierta discontinuidad hasta 1898, etapa en la que Cuba acaparó casi todo el protagonismo exterior, la costa marroquí será testigo mudo de cientos de batallas libradas en nombre de España aunque en beneficio exclusivo de unos pocos españoles.

Algunos de los episodios más conocidos y lamentables de la historia patria en los cuarenta primeros años del siglo XX han tenido como origen sucesivas guerras de Africa . La semana trágica de finales de julio de 1909, que se saldó con casi doscientos muertos y más de dos mil detenidos en Barcelona, tuvo su origen en el intento de sabotear el embarque hacia Melilla de soldados reservistas, y, como colofón, se cerró con el fusilamiento de Francisco Ferrer Guardia, el combativo intelectual que había introducido en España los principios de la enseñanza libre, conocido por sus campañas antigubernamentales y su anarquismo militante, pero ausente en esta ocasión.

Más grave fue el incidente conocido como desastre de El Annual , ocurrido los días 21 y 22 de julio de 1921, que causó en cierta medida una sensación en la opinión pública similar a la de las pérdidas coloniales de 1898. El responsable de las tropas españolas en la zona de Melilla era el general Manuel Fernández Silvestre, amigo personal del rey Alfonso XIII, y que respondía al estereotipo del militar echao p´alante . La desastrosa organización de la defensa y su nula capacidad para reaccionar al ataque enemigo llevaron a la muerte a casi diez mil españoles, entre los cuales estaba él.

LAS CAMPAÑAS desastrosas en el norte de Africa tuvieron su peso en la decisión del general Miguel Primo de Rivera de dar un golpe de Estado y hacerse con el poder por la fuerza. El 13 de septiembre de 1923 es la fecha de esta asonada y casi dos años después, el 8 de septiembre de 1925, tendrá lugar el llamado desembarco de Alhucemas, que llevará a España a poner fin a la pesadilla de Abd-el-Krim. El propio dictador dirigió el desembarco, aunque fue Sanjurjo el responsable de este operativo militar en la orilla sur del Mediterráneo, terminando en dos meses con todos los focos de resistencia. El éxito de la operación llevó a Primo de Rivera a concederse a sí mismo la laureada de San Fernando y a poner en marcha una cadena desenfrenada de ascensos por méritos de guerra, siendo Francisco Franco uno de los beneficiados, convirtiéndose en febrero de 1926, a los 33 años, en general de brigada.

Un repaso a los nombres de quienes participaron en estas operaciones nos llevan al callejero de la España de hace unos años (y lamentablemente aún de hoy): Sanjurjo, además nombrado marqués del Rif, Goded, Mola, Varela, Muñoz-Grandes, Yagüe, Queipo de Llano, etcétera.

Alhucemas, hoy devastada por un terremoto, ayer muda protagonista de las acciones militares de una España gobernada por políticos militaristas, y en cuyas inmediaciones se curtieron los militares militaristas que años después protagonizarían la sublevación militar del 17 de julio de 1936.

Fechas y lugares tan lejanos o tan próximos según la mentalidad e ideología de cada cual y que no terminan de irse de nuestras preocupaciones. Moros, iraquíes, Alhucemas, Bagdag, Perejil, militares, políticos, militaristas, ..., la eterna España.

*Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Zaragoza