En las últimas semanas se agolpan titulares de prensa en Aragón en los que colectivos sociales, empresas, colegios profesionales o personalidades varias plantean su negativa, sus dudas o sus matices ante proyectos específicos o decisiones cuestionables de nuestros gobernantes. Es lógico, la comunidad está en ebullición, con proyectos muy interesantes ampliamente demandados, con la lógica expectativa de un año de cambio de Gobierno central y con una ciudadanía que ha recibido una buena do sis de autoestima tras haberse paralizado el trasvase del Ebro.

En el sano ejercicio de derechos ciudadanos fundamentales como la libertad de opinión, escuchamos a Teruel Existe rechazar el repentino olvido del Gobierno central de su compromiso con el acercamiento del AVE Madrid-Levante a la provincia aragonesa y anunciar una gran manifestación contra el olvido de la provincia o leemos declaraciones sobre las dudas que despierta en el Zaragoza o en el Colegio de Arquitectos el proyecto diseñado por el ayuntamiento para reconstruir el estadio municipal de La Romareda.

Hay otros muchos ejemplos (dudas en el convenio del AVE en Zaragoza, denuncias por el colapso de Canfranc, etc), pero el caso más llamativo y el que merece un análisis en profundidad es el de Teruel, una provincia que tiene motivos más que sobrados para movilizarse por el olvido histórico de las administraciones autonómica y, sobre todo, estatal. Pero la fecha y el motivo elegidos para convocar una manifestación en Zaragoza son, sinceramente, motivo de reflexión.

De entrada, se comprendería mejor una manifestación de Teruel Existe porque la alternativa al acercamiento del AVE de Levante --la futura línea País Vasco-Navarra-Aragón-Levante por Zaragoza y Teruel-- no se plasme con mayor celeridad en presupuestos que porque el Gobierno reniegue de su compromiso de estudiar una modificación del trazado para colocar Madrid a una hora. La incoherencia es flagrante, pero lo que necesita la provincia más deprimida de Aragón no es una demostración de fuerza, que a estas alturas de la historia del movimiento Teruel Existe es evidente, sino una salida urgente a su ostracismo.

Además de factores desequilibrantes como la orografía o la pirámide poblacional, Teruel encara el siglo XXI en una situación que obliga a mantener la tensión y la demanda permanente. Este principio debe ser irrenunciable, y por eso, la manifestación tendrá éxito, pese a las tentaciones del poder omnímodo establecido tras el 14-M, que lógicamente intentará laminar el impacto de la convocatoria. Ahora bien, todos los colectivos representados en Teruel Existe han de reflexionar sobre el acierto de su argumentario y la oportunidad de sus actos, si es que todavía tienen interés en que esta plataforma mantenga el espíritu de máxima cohesión y pluralidad con el que nació.

La plataforma dispone de un catálogo de agravios tan amplio que puede dar por descontadas la solidaridad y la comprensión de todo Aragón. El problema de quien tiene argumentos sólidos suele ser cómo transmitir su mensaje y hacerlo creíble. Y cuando todavía no se conocen detalles de los Presupuestos del Estado, sin mayor margen de confianza, se pretende establecer una dialéctica de confrontación que choca con inconvenientes y abre interrogantes. En el escenario de tensión que se vivía la pasada legislatura, y pese al poder de los grandes medios de comunicación al servicio del Gobierno del PP, era fácil que desde el Gobierno de Aragón se amplificara el fenómeno Teruel Existe. Pero el escenario ha cambiado. Y de qué manera: los populares, no sin una alta dosis de oportunismo, arriman hoy el hombro al de quienes hasta ahora eran auténticas bichas . Y estando muy bien sumar voluntades, se corre el riesgo evidente de que un movimiento como Teruel Existe sea percibido como una palanca que los grandes partidos mueven en una u otra dirección según estén en el Gobierno o la oposición. Por lo tanto, no es descabellado pensar que la razón de ser de Teruel Existe debería ser ahora más que nunca la búsqueda de alternativas. Descartando otras voces más pragmáticas que ya abogan por la negociación y que piensan que si el Gobierno no tiene voluntad política de acercar el AVE sino que aporta otra fórmula es mejor forzar un compromiso escrito sobre los planes de Fomento en vez de tensar la cuerda del victimismo.

Sea cual sea la salida que adopte, el colectivo, cuyo amplio entramado social garantiza una manifestación contundente, debería pensar en cuáles son las estrategias que le resultarán más provechosas. Porque ganar batallas sólo con la movilización popular, las buenas palabras de una parte de las autoridades locales y el apoyo de los medios de comunicación, convencidos como el nuestro de las razones de Teruel para quejarse, es tarea harto difícil. No se trata de cercenar la crítica, al contrario, pero por una vez hay que aprender del pasado y analizar por qué otros movimientos, como el vivido en Aragón en los últimos años contra el trasvase del Ebro, han logrado sus objetivos. El triunfo se debió en buena medida al convencimiento social, a la existencia de una alternativa sólida y, sobre todo, a la posición firme de dos gobiernos, el aragonés y --aunque más tarde-- el catalán. Protestar, acción legítima y necesaria, no es condición suficiente para imponer una tesis. Lo importante es dibujar cambios potencialmente viables en las condiciones adecuadas. Y Teruel Existe debería preguntarse si el escenario actual es el más favorable. Animo con la manifestación, pero si estas preguntas no hallan respuesta la organización puede quemar un cartucho muy valioso que quizá mañana pueda necesitar.

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