Los alemanes han votado por la estabilidad personificada en la líder cristianodemócrata y le han dado un cuarto mandato. A pesar de que su victoria estaba anunciada, el resultado es una sacudida de mucha consideración. La CDU, el partido de Merkel, habría obtenido su peor resultado desde el lejanísimo 1949. El socialdemócrata SPD que ha gobernado en coalición con los cristianodemócratas lograría el peor porcentaje de su historia. Juntos, pasarían de tener el 67% de los votos al 53%, lo que es un duro castigo a los dos grandes partidos. El gran beneficiario de esta desafección a las formaciones clásicas es la ultraderechista AfD, que entrará en el Bundestag como tercera fuerza. No es la primera vez que la extrema derecha entra en el Parlamento después de la segunda guerra mundial, pero sí será la primera vez que una formación con un ideario radical lo haga con tanta fuerza. A este auge habrá contribuido sin duda lo que se consideraba una victoria cantada de Merkel que facilitó la abstención de votantes seguros, pero el resultado merece un análisis más profundo.

El malestar que se ha manifestado en otras elecciones en países europeos también existe en Alemania. Su economía es boyante como ninguna en la UE, pero la realidad es que la riqueza resultante está cada día peor distribuida. Si a ello se suma la demagogia sobre los refugiados, el resultado es el aumento del xenófobo AfD.

El SPD se suma a los partidos socialistas europeos en su hundimiento, que parece irreversible. La gran coalición de esta formación con la CDU ha sido para los socialdemócratas el abrazo del oso. Las medidas sociales adoptadas por el Gobierno ahora saliente respondían en buena parte a postulados del SPD, pero, como ocurre en las coaliciones, el partido mayor es el que saca ventaja.

A Merkel se le abren dos posibilidades para formar una coalición, repetir la hasta ahora existente, aunque los socialdemócratas ya han expresado su negativa, o bien formarla con los liberales, que han vuelto al Parlamento, y con los Verdes. La primera opción tendría un efecto desastroso para el sistema democrático ya que el AfD sería el principal partido de oposición. La segunda opción es problemática por las diferencias en cuestiones clave entre los dos socios pequeños entre ellos, y entre ellos y la CDU. Vienen largas y complicadas negociaciones.