La nieve rodea la central térmica de Andorra con un contraste que invita a pensar en esa eterna lucha, cada vez menos sincrónica, entre las leyes de la naturaleza y las costumbres del hombre. Esa blanca suavidad del prensado manto de copos y las oscuras siluetas de las chimeneas, ya silenciosas para siempre sin su negro carbón, nos prepara de algún modo para disfrutar la exposición que Mar Fanlo (fotografías) y José Manuel González (textos) han montado en la Casa de la Cultura de Andorra.

Unas imágenes sin tiempo que nos transportan a aquellos años perdidos en que los desvanes de las casas de los pueblos albergaban toda clase de objetos y recuerdos, desde máscaras antigás de la guerra civil hasta cayados de boj, desde trillos hasta herramientas que parecían forjadas en el neolítico.

Recuerdo de niño haber dormido en algunas de aquellas casas del viejo Aragón de los años sesenta, cuando los animales convivían con las familias y había corrales y gallineros debajo y encima de las alcobas. Si despertabas por las noches lo hacías en medio de mugidos, balidos, ladridos, cacareos, inhumanos lamentos de una gata en celo o de una yegua pariendo. Bolsas de agua y linternas o, todavía, velas, ayudaban a dormir o a levantarse en la oscuridad hasta dar con el hogar donde se consumían las últimas brasas, generalmente junto al aparatoso fuelle y a un ejemplar de la Biblia tan usado que parecía que sus páginas fuesen a deshacerse al abrirlas.

Las inspiradas, mágicas y extrañamente perturbadoras fotografías de Mar Fanlo nos devuelven la memoria y el alma dormida de aquellas alcobas blancas, severas, con un crucifijo o alguna otra torturada imagen religiosa sobre el cabezal de camas de matrimonio con almohadas, colchones de plumas y pesados cobertores de lana donde los invisibles esposos parecen yacer como si estuvieran muertos. Y casi pueden sentirse otras presencias, acaso ocultas en los enormes armarios de roble o entre las grietas de paredes y suelos de teselas o cemento crudo.

Marga Santos, concejala de Cultura de Andorra, se refirió en la inauguración de la exposición a los misterios de la nieve y del tiempo, que en las fotografías de Mar Fanlo y en los poéticos haikus de José Manuel González que las ilustran flotan como la blanca luz de los fantasmas.