La libertad de expresión sigue siendo un tema recurrente en nuestra sociedad, un tema que provoca controversia en opiniones y argumentos, sobre todo cuando afloran noticias de censura. Tengo la duda de si realmente tenemos claro ese concepto, quizá de manera general creo que sí, pero ¡ay! cuando ahondamos en los matices y cualquier expresión, que no compartimos o nos disgusta, la clasificamos en un ejercicio, la mayoría de la veces, moralizante, lo que nos lleva a parámetros intangibles de una subjetividad insondable. Al final lo que todo esto provoca es un despiporre mayúsculo, dejándonos desorientados y llenos de contradicciones y, es ahí, donde la educación, el conocimiento y la cultura afloran en cada uno dejando a la luz nuestros prejuicios, averiguando que, en muchos casos, los criterios suelen estar contaminados por la política, por nuestro pasado o por intereses espurios. Pero lo que llama la atención es la atmósfera demasiado extensa y cargada de censura que se viene produciendo, una censura que en nuestra etapa democrática no habíamos tenido hasta ahora o al menos de manera tan discordante, pero no solo en España sino en el resto de Europa, y se descubre cuando las obras publicitadas, por varias ciudades europeas, de la exposición de Egon Schiele celebrada en Viena el pasado mes de febrero son censuradas tapando los genitales de sus desnudos con textos, me recuerda lo que ya se hizo hace más de 500 años con los desnudos de santos que pintó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, poniéndoles posteriormente velos y hojas. Y para rizar el rizo el programa Skolae se pierde en prejuzgar de sexistas o de violencia de género las canciones de artistas como Amaral. ¿Sabrán lo que es el poemario del romanticismo, la metáfora, la hipérbole y el sentido común?.

*Pintora y profesora