No carece Lambán, presidente del Gobierno de Aragón y secretario general del PSA-PSOE, de una virtud política esencial: la ambición y la capacidad de imaginar sistemáticamente un futuro más radiante, si cabe. Por eso él y sus íntimos hacen cábalas y cruzan sondeos (los que hay, que tampoco son muchos ni muy fiables) para trazar una estrategia que les permita seguir en el Pignatelli tras la cita electoral de mayo. Desde hace tiempo, su opción es un pacto con Ciudadanos que incluso pudiera contar con alguna neutralidad (abstención) por parte de Podemos, partido en aparente decadencia al que siempre se podría colocar ante el dilema de dejar correr un Ejecutivo autónomo de centro-centroizquierda (o sea, mucho centro y poca izquierda) o contribuir por pasiva a dar paso a otro de derecha-extrema derecha (como suena) al estilo andaluz.

Por eso, y porque le va la marcha, Lambán lleva meses lanzando guiños a los naranjitos y haciendo profesiones de fe españolista, e incluso dando a entender su lejanía de Pedro Sánchez y de ese PSOE, renovado y más a la izquierda, que pretende el actual presidente del Gobierno central.

Pero hasta que no pase la noche electoral y se sepa cómo quedan los tanteos, nada es seguro en este retorcido juego. Ciudadanos, al igual que en el resto de España, se atendrá a lo que dicte la correlación de fuerzas. Puede hacerle ascos a Vox, cuya irrupción en las Cortes y en algunos ayuntamientos hay que dar por hecha, o actuará como en el sur y dejará que el PP se convierta en el intermediario de un pacto tripartito. Que se arrime al PSOE es una posibilidad remota, hoy por hoy, por la simple razón de que los de Rivera no han dejado de pescar en el caladero conservador, y allí a los socialistas se les tiene por apestados definitivos.

Por si acaso, el líder aragonés del PP, Beamonte, hace cuanto puede y más para frenar cualquier salida hacia el centro del atribulado Lambán, al que acosa sin piedad justo cuando este se esfuerza por marcar distancias con su propio secretario general. La sesión de las Cortes el pasado jueves, bronca y desmesurada, mostró hasta qué punto los discursos de la derecha oficial se han radicalizado. Y hoy mismo, en Madrid, se verá que Cs no puede sustraerse al influjo del nacionalismo españolista radical. El mismísimo Valls (el curioso candidato a la alcaldía de Barcelona) hará acto de presencia, junto a Abascal, la Falange y toda la patulea paleo y postfascista.

Mientras cada cual traza sus estrategias (siempre bajo la tutela de los respectivos estados mayores de sus partidos), todos buscan candidatos con tirón. En algunos casos las incógnitas son mínimas, como ocurre en el PP y el PSOE. En otros está por ver. De momento, Cs ha destapado como cabeza de cartel autonómico a mi colega Daniel Pérez, que se ha metido en el barullo, entre otras cosas, para dejarme estupefacto una vez más. En Podemos, IU y aledaños aún no se sabe qué va a pasar. Zaragoza en Común acaba la legislatura municipal muy zarandeada. Uno de sus concejales, Cubero, aseguraba que su único fallo había sido el de ser «demasiado ingenuos con los enemigos». Hombre... ingenuos sí que han sido, y adversarios (qué feo queda eso de «enemigos») no les han faltado. Pero eso no es todo. ZeC ha sufrido un claro déficit de inteligencia política, sentido de la oportunidad, claridad de ideas y conocimiento del tema. Ahora, Violeta Barba llega pisando fuerte. ¿Y Santisteve?, ¿y el propio Cubero?

Qué tres meses nos esperan.