El reconocimiento de méritos, consecuencia del tesón y de un esfuerzo supremo, es patrimonio de almas grandes que cada día muestran su empatía con los más vulnerables. Son muchas las personas encuadradas en el grupo de individuos con diversidad funcional (suprimamos de una vez el término discapacidad), que por sus aptitudes intelectuales y entereza emocional están llamados a superar los desafíos más elevados. Pero precisan ayuda para subsanar la carencia de unas herramientas que la naturaleza o las circunstancias les han negado. Para ellos, ahí está la ONCE, cuya ejemplar trayectoria en pro de quienes requieren asistencia para auspiciar su integración funcional es todo un modelo de organización al servicio de la comunidad. Durante el curso pasado, algunos alumnos destacaron no solo por culminar sus estudios, sino por hacerlo con brillantísimas calificaciones; no faltaban entre ellos los encuadrados en lo que acostumbra denominarse "alumnos con minusvalías" ¿Alguien puede poner en duda que para ellos todo ha sido un poco más difícil? Pero tampoco el camino que les espera va a estar libre de obstáculos; por fortuna, cuentan con la ONCE y con un entorno que jamás caerá en la falacia de la igualdad entre desiguales. ¿Qué significa la equidad para quienes disponen de insuficientes armas y recursos limitados a la hora de enfrentarse con una sociedad que no hace sino levantar barreras e ignorar los requerimientos de las minorías? La igualdad ha de basarse en la compensación de las diferencias y no en una tabla rasa que haya de beneficiar a los mejor situados según unos criterios elegidos desde una óptica de parcialidad. Solo entonces podrá hablarse de auténtica paridad de oportunidades.

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