Son días de aniversarios, aunque no precisamente de felices conmemoraciones. Más bien al contrario. Este 9 de mayo se celebraba la fiesta de Europa, 60 años de aquella idea fundacional que hoy vive en una múltiple crisis desde todos los puntos de vista, con la necesidad de reinventarse o morir. Incluso la reticente Comisión Europea ha lanzado un informe titulado Embridando la globalización en la que asume, de aquella manera, los problemas del aumento de las desigualdades y la división social. El abandono de los ciudadanos es el resultado de un enfoque político devaluado, orillado o privatizado. El último ejemplo es Macron, un producto de imagen y formas, sin partido que medie entre él y la sociedad (zanjando las crisis entre élites y militancia), una cara nueva para la misma ortodoxia neoliberal de un thatcherista, que se presenta como progresista liberado de la distinción derecha/izquierda pero que asegura que la voluntad de igualdad se ha convertido hoy en igualitarismo celoso.

También llega un nuevo 15-M, cuando su versión institucionalizada de Podemos ya no reivindica la horizontalidad, que ya habla más de bases que de círculos, y que se repiensa de modo nada novedoso, por cierto, de arriba abajo. Además, su revolución participativa en el primer partido 2.0 no acaba de arrancar, como acabamos de ver en Aragón en algo tan capital como el apoyo a los presupuestos de la comunidad, donde solo han participado el 13% del censo de inscritos. Los morados siguen verdes en muchas cosas.

Mientras, no deja de ser curioso, según se mire, que sea también mañana el día fijado para el único debate entre los candidatos a las primarias del PSOE, proceso que se ha desnaturalizado por el camino hasta el punto de convertirse en un arma de autodestrucción. Díaz, Sánchez y sus respectivos equipos están llevando al partido una escisión irreparable con discursos voluntaristas, obvios y de calculada ambivalencia mientras intercambian dosis de inquina y algún golpe bajo. Eso sí, a ninguno se le ocurre tomar nota de lo que ocurre por ejemplo con sus homólogos de Portugal, espejo que por alguna razón desconocida sigue fuera de cuadro.

Lo sombrío de estas tartas de cumpleaños es que también se aplauda a medida que se apagan las velas. La encuesta del CIS es capaz de decir al mismo tiempo que el 93,5% cree que la gestión del Gobierno del PP es regular, mala o muy mala, pero el 31,5% les votaría de nuevo. E la nave va. H *Periodista