Año nuevo, vida nueva. Eso es lo que se dice, lo que repite la gente por estas fechas. Pero la vida como la Historia no vuelve a las andadas como el trillo por la era, ¡anda ya! Es un camino abierto: recto, aunque no siempre correcto ni mucho menos. Hijo de la libertad, puede ser como todo lo que hacemos las personas: bueno o malo en general y ,en particular, depende. También del pasado, por supuesto, pero no solo. Que el pasado tiene su peso en el presente, ¿dónde si no?, y define la situación o circunstancia que condiciona la vida y la historia que hacemos. Aunque no absolutamente. La vida nueva, la que nos deseamos los unos a los otros al comenzar el año nuevo, depende mucho de nuestra voluntad. De una voluntad responsable que no sale solo por la boca y se pierde en buenas palabras, esas que se lleva el viento. Sino de una voluntad en ejercicio que sale del corazón y anda muy ocupada, que merece el respeto y la confianza de todos por lo que hace. Que cubre bien el trecho que va del dicho al hecho.

Lo que escribo vale, por supuesto, para los políticos. Pero antes para uno mismo. Y es en mi caso una reflexión en voz alta que me compromete. Sin olvidar que políticos somos todos con tal de que seamos ciudadanos y personas adultas en sus cabales. Si deseamos que salga el sol todos los días para todo el mundo, lo mejor que podemos hacer cada uno en la historia es aguantar encendida la vela que nos toca. Ese es el cirio, el problema y la responsabilidad intransferible que tenemos. Desear un año nuevo y una vida nueva, solo eso, es nada más que humo de pajas: un rito que se repite siempre en estas fiestas. Como el clima en invierno, naturalmente. No va a ninguna parte. No en la historia. Sin luz ni calor, eso no aporta nada que caliente motores y encienda los faros. No viene para comenzar. Vuelve para quedarse.

En la Historia una democracia sin demócratas ha sido y sigue siendo lo mismo que una iglesia sin fieles. Hablar mal de los políticos propiamente dichos es una mala costumbre que no disculpa a los ciudadanos ociosos, a los «idiotas» como llamaban los griegos a los que pasaban de hacer política y se ocupaban solo de sus negocios privados. Lo que se echa en falta hoy no es hablar sobre ellos sino con ellos, sin pelos en la lengua, gritando si es preciso, para que nos escuchen y respondan de lo que hacen ante el pueblo soberano que los ha elegido. Y es ir a mejor eligiendo a los mejores. No habrá un buen futuro para España si no hay mejores políticos, ni mejores políticos sin mejores ciudadanos. Ni vida nueva con viejas y malas costumbres. Desearlo sin más en estas fechas es una superstición que no cambia nada. Hay que poner la esperanza a trabajar, sabiendo que la paciencia es eso; no la queja o la resignación, sino el trabajo personal en la parte que nos toca. O parcela. Que la cosecha no cae del cielo. Y si todos hacemos en la tierra lo que debemos aquí y ahora, en el huerto de casa, habrá mañana cosecha para todos los vecinos y bajarán los precios en la plaza. Y si no es así, no caerá esa breva. Será otra vez un año, ciertamente: pero no el año nuevo que nos deseamos los unos aa los otros... siguiendo la costumbre. No será lo que nos dicta la conciencia. Y por mucho que digamos, nos cogerá el tren. ¿Feliz año nuevo? ¡Anda ya! Que lo otro es chiflar. En cuyo caso es mejor apartarse en silencio.

Todos somos políticos, todas las personas adultas y cabales. Todos lo que votamos o dejamos de hacerlo en una democracia haciendo dejación de nuestro derecho que es también un deber, una responsabilidad. Si no hacemos política, no tenemos derecho a criticar la que se hace. Es tan estúpido como criticar el tiempo que hace, o quejarse porque no llueve. Es blasfemar contra los políticos activos, hablar mal de todos ellos para disculparse de todo. Los políticos son... ¡Para!, unos son malos -puede que demasiados- y otros mejores que tú. Ponerlos a todos en el mismo saco son ganas de enredar.

En su obra La condición humana escribe Hannah Arendt: «Los humanos, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar». Cada nacimiento es para ella un nuevo comienzo, y cada acción nueva e inesperada como volver a nacer. En vez de enredar y enredarse sin hacer nada, tendríamos que nacer o comenzar en cada situación. No solo al comenzar el año, aunque también. Año nuevo, vida nueva. Por supuesto, pero de verdad y en cada situación. Que para comenzar no hay que esperar esa fecha. Ni cambiar el calendario, sino la vida.

*Filósofo