Lo de las Unidades de Intervención Policial (UIP) es un problema que se las trae y que cuestiona el sistema y modelo democráticos que nos ampara. De acuerdo en su necesidad para coadyuvar al mejor funcionamiento de la cosa pública en determinadas situaciones. Pero dentro de un orden. A las personas que conforman estos cuerpos --y en mayor medida a sus jefes--, hay que exigirles una formación y una disciplina más que notables, de suerte que sus intervenciones nunca superen los límites de la legalidad, algo que resulta más que dudoso en ocasiones. ¿Es de recibo ver cómo tratan a los profesionales de los medios de comunicación --convenientemente identificados-- en el ejercicio de su trabajo? ¿Se puede aceptar que los componentes de un furgón bajen del mismo y la emprendan a golpes con quienes pacíficamente se están alejando de los lugares de conflicto? ¿Por qué te amenazan con la detención por el sólo hecho de preguntarles las razones de comportamientos incomprensibles? ¿Por qué su palabra vale más que la de cualquier ciudadano? En días pasados hemos visto a unos centenares de agentes zarandear las furgonetas en las que iban sus jefes sin que nadie haya intervenido para detener tan ejemplar actuación. Tienen razón en reivindicar buen trato y mejor defensa, así como unos jefes que sepan lo que se llevan entre manos y deben hacer. Mas la soberbia y prepotencia con que intervienen, la innecesaria dureza de algunas actuaciones no contribuyen a hacer de su imagen algo a admirar. Profesor de universidad