Los autobuses urbanos de Zaragoza, que no hace tantos años se consideraban emblemáticos en puntualidad, confort y hasta en precio del billete respecto a los de otras capitales, están perdiendo prestigio. Es un hecho que los usuarios corroboran. Al goteo de incidencias con la concesionaria, de los conflictos laborales que provocó su adjudicación y al deterioro del servicio ya hay una nueva aportación: los buses se usan al límite de su vida útil, un plazo que varía en un año según los interpreten los trabajadores o el ayuntamiento.