Ha sido la tierra aragonesa cuna de grandes personalidades, tanto históricas como actuales. Hoy, nos llena de tristeza la desaparición de Antón García Abril, también de gratitud por la huella que nos ha dejado, fruto de una extraordinaria tenacidad, vocación y, sobre todo, trabajo. Sorprende su obra, de dimensión descomunal y calidad contrastada; obra que abarca todos los géneros y que en todos hace gala de un sello inconfundible; sin embargo, aunque entre el gran público su música haya alcanzado suma popularidad, son muy pocos quienes identifican su autoría.

De una imaginación desbordante, sustentada por una muy sólida formación técnica y siempre con el esfuerzo como compañero de viaje, sus composiciones nos trasladan a un mundo de poesía y belleza, de emociones plenamente integradas con las imágenes a las que su música arropó en la pequeña y gran pantalla, grabadas en nuestra memoria a través de piezas tan acreditadas como las series 'El Hombre y la tierra' 'El Hombre y la tierra'o 'Curro Jiménez', y películas como 'Fortunata y Jacinta' Fortunata y Jacinta'o 'Los santos inocentes', entre otras muchas y renombradísimas bandas sonoras. Antón ha compuesto una ingente cantidad de obras orquestales, incluso una ópera, Divinas palabras; música de cámara y piano, así como piezas vocales y, por supuesto, el Himno de Aragón. De Antón García Abril bien puede decirse que es muchísimo más conocida su obra que su persona, humilde y sensible, tan alejada del glamour y del aplauso como próxima a los suyos, con especial mención de su familia y de su esposa Áurea. Abuelo hasta la médula, sus 'Cuadernos de Adriana' han servido para que muchos niños den sus primeros pasos musicales. Premio Nacional de Música y Medalla de oro de la Academia de Cine, el turolense es uno de los compositores de mayor alcance en la música contemporánea universal.