Umberto Eco se refería a las barras del bar como el lugar donde los imbéciles pueden explayarse no más allá de las paredes del local y de los oído de los parroquianos Y en este país nuestro, a pesar de las redes sociales, siguen siendo un buen eco de la vida social y de sus circunstancias.

Viene esto a cuento de los comentarios que la pasada semana suscitó entre unos compañeros de barra, la presencia en el semáforo, de un sujeto montado en un magnífico coche de alta gama, nuevecito y reluciente. Resulta que los tres reconocieron en él a su antiguo jefe. El que les había despedido de su empresa sin indemnización, declarando previamente la suspensión de pagos. Verlo subido en más de cincuenta mil euros de vehículo, después de conocer recientemente que se había comprado un piso de alto standing en el centro, cuando ellos todavía no habían cobrado del FOGASA, les puso en un estado de cabreo y excitación considerable.

Porque para mantener la empresa, congelaron sus sueldos, aceptaron EREs innecesarios y trabajaron horas extras gratis. Entre tanta rabia, pronto se colaron anécdotas de otros grupos que contaban como su permiso de bodas se hizo con un ERE, los fines de semana también, las nóminas se retrasaban hasta tres meses, los salarios no llegaban a lo cobrado en 2009, a pesar de que los clientes seguían siendo los mismos, ó aquel que se encontró reclamando al FOGASA a su antiguo jefe, auto despedido para «trincar» del Estado. ¿Cómo puede cerrar por insolvencia una empresa, abrir otro negocio similar a los seis meses y tener la cara dura de ofrecer empleo a los despedidos, con un contrato a tiempo parcial y un salario 20% más bajo y cancelando la antigüedad? me preguntaban allí mismo.

La crisis ha sido un tornado arrasando vidas y derechos sociales. Ha siso tan agresiva con los débiles que la impotencia y la rabia pesa más que cualquier otro sentimiento. De ahí el descrédito de la política y el rechazo a las instituciones.

No hay conciencia entre los poderosos de este daño, de los efectos colaterales que conlleva el trato dado, y el desamparo en que se ha dejado a los trabajadores. Por eso cuando Fátima Bañez, ministra de Empleo y Seguridad Social, dice en sede parlamentaria, que la recuperación económica es sana, sólida y social, más que una ministra parece aquella heroína del tebeo, Antoñita la fantástica. Ofende a gran parte de la población con sus afirmaciones, en las que manipula los datos reales y sus propias estadísticas oficiales. ¿Cómo puede decir semejante incoherencia si la remuneración media por asalariado ha vuelto a caer, los beneficios empresariales han vuelto a crecer en el segundo trimestre un 3’6% y las condiciones sociolaborales del comienzo de la crisis están más lejanos que la colonización de Marte?.

Tanto este discurso como el del área económica del Gobierno están fuera de la realidad, porque la salida de la crisis es brutal y la ruptura de la cohesión social tiene efectos a futuro devastadores. Pero además cuando Luis de Guindos contrapone la priorización del empleo con la subida de salarios, como si ambas cuestiones fueran incompatibles, está haciendo un ejercicio demagógico. ¿Desde cuándo estimular el consumo aumentando así la capacidad de compra es contradictorio con la creación de empleo?

Es hora de que la recuperación alcance a todos. Mantener el crecimiento y los beneficios empresariales en base a la sistemática devaluación salarial, tiene un límite. Toca apostar por la cohesión social y la reducción de las desigualdades, porque un país que en una década ha perdido dos puntos de las rentas salariales respecto del PIB(47%) -los mismos que ha incrementado los beneficios empresariales-, que tiene tal rotación, que para conseguir un cotizante completo a la Seguridad Social se hace a costa de 35 contratos; que tiene un crecimiento económico superior al 3% con 1’9 millones de empleados menos; que mantiene una tasa de paro del 17’3%, no puede hacer del turismo su salvavidas económico. Porque es un sector con bajos salarios , un escaso valor añadido y mínima productividad.

La intransigencia de los empresarios a superar una economía de salarios bajos que lastra el consumo, tendrá repercusiones en la paz social y en el aumento de la pobreza. El Gobierno tiene capacidad para influir en el cambio de orientación empresarial, por eso las declaraciones de Luis de Guindos y Fátima Bañez sacando pecho por el empleo creado y priorizando la devaluación salarial, son un enorme error que nos aboca a un callejón sin salida y a un incremento de la conflictividad en sectores estratégicos que pagaremos otra vez más los ciudadanos.