Junio debería estar semiprohibido. Entre los exámenes y los impuestos, nadie se libra de sufrir. A cada edad le toca su cuchillada trapera. Encima, estas elecciones braseantes. La piscina o la urna, terrible no dilema. Los ordenadores petan por doquier. Serán los virus, la calor o el simple ciclo de agotamiento de las cosas, que si duran unos meses más de lo previsto ya se colapsa el sistema y se hunde Corea. Los cardiólogos confirman que en Aragón petan las aortas más que en el resto de España, aunque de momento no pueden explicar este dato estadístico. Será el agua calcárea que querían en Levante, pobrecillos, de la que se han librado. Será la mala leche por la desidia de Estado, por todas esas obras, rotondas y aviones que nunca acaban de llegar. Quieras que no, la mala leche se va concentrando en los tubos y al final hay que formatear. El malaganismo que arrastran estas elecciones está contaminando hasta la Eurocopa. Héroes agotados. Junio debería estar comprimido. En junio se empieza a acusar la optimización brutal laboral de los últimos siglos, de manera que siempre hay alguien que se va de vacaciones y hay que redoblar-se el espinoma para que no se nos lleven el trabajo a China, a esa Europa que nos ha ayudado a salir del cañizo y la uralita, auténticas señas de identidad.

Lo bueno del cartel de fiestas del Pilar es que quizá refleja la contradicción de la city, las dudas que ya empiezan a notarse entre dar el salto a lo desconocido --ausencia del icono habitual, abstracción, geometría-- o quedarse en poblachón verbenero, los colorines, la marcialidad de las flores alineadas, que remiten al orden, a un desfile (José Luis Cano). Paco Simón ha sintetizado el núcleo: no sale la virgen. No hay virgen, pero subyace el desfile: síntesis floral. La Expo, la Milla, Pla-Za- no cuentan con la virgen, el metro es acaso el paradigma de lo laico. La logística, innecesaria si el mundo estuviera bien hecho. Pronto habrá que hacer un gesto, un guiño, para aplacar al supericono, que por otro lado es el que más turistas atrae: leves contradicciones de los días y sus expos, penelopismo en Bunburilandia. Este es el mensaje: haber fabricado ocho millones de autos casi perfectos en un tiempo récord no garantizan nada. La seña de identidad de Aragón, superado el cañizo y alcanzado un cierto PIB, es que peta la aorta.

*Periodista y escritor