La última conferencia de presidentes autonómicos celebrada por vía telemática y bajo la vigencia del estado de alarma acabó con un hito subrayado en el calendario. El 21 de junio no será solo la fecha en que dejará de estar vigente el estado de alarma que atribuye al Gobierno central la potestad de limitar derechos como la libre circulación y le traspasa la gestión de numerosas competencias autonómicas. Ese día también, confirmó finalmente Pedro Sánchez, se abrirán las fronteras exteriores españolas --una noticia «absolutamente espléndida» para Aragón, según el presidente Javier Lambán-- al resto de países del espacio Schengen, excepto Portugal.Las cifras, mejores de las esperadas hace no mucho y sin que se hayan producido rebrotes de mayor importancia a medida que se iban relajando las normas de confinamiento, justifican este levantamiento de la excepcionalidad. Sin que se deban relajar las precauciones necesarias ante los tres mayores riesgos que a corto plazo podrían arruinar lo conseguido con tantos sacrificios. Que los sistemas sanitarios de las comunidades que habrán recuperado el control de la lucha contra la pandemia no fuesen capaces de atajar y sofocar a tiempo cada foco del covid-19 antes de que se convierta en un nuevo incendio; que la inconsciencia relajase las escrupulosas normas de distancia e higiene aún necesarias y la posibilidad de casos importados desde países con una evolución no tan positiva. En este sentido, en una segunda fase de apertura de las fronteras, el Gobierno aclaró que solo será posible con países que mantengan una circulación del virus equiparable a la de los países de la UE. Algo que ahora debería dejar aún bajo cuarentena a la mayor parte del continente americano. De la misma forma que debería garantizarse que los turistas que deben llegar para poner de nuevo en marcha un sector económico tan crucial para este país sepan mantener las reglas de precaución que serán necesarias aún durante un buen tiempo,