El vídeo es conmovedor. No hace falta decir mucho más visualmente para que una pequeña sonrisa de emoción surja cuando Encarna se despide del hospital San Jorge mientras los sanitarios aplauden con efusividad.

La primera paciente ingresada en Huesca por un virus que nadie esperaba --un ya tan remoto 15 de marzo-- ha superado la enfermedad. Quién le iba a decir a Encarna que con 100 años entraría en un hospital por ser contagiada de un virus que está desatando la incertidumbre en todo el mundo. O que cumpliría los 101 años luchando contra este.

La vida de Encarna es el reflejo de lo que hemos sido como país. Encarna nació en 1919 en una España que languidecía entre la inestabilidad política, la declaración de un estado de guerra por las revueltas campesinas y la expansión de la pandemia conocida como la gripe española.

Cien años después ha vuelto a conocer otra pandemia. Y ha sobrevivido a ella con la entereza suficiente para dar una lección de esperanza a tantos que vemos cómo las cifras cada día nos golpean aún más.

Hay más de 800 muertes diarias. Y la gran mayoría de las víctimas pertenecen a la generación de Encarna. Los que han levantado este país sin pedir nada a cambio. Los que se mueren hoy son los niños de la posguerra. Ni infancia feliz ni muerte digna. Espero que, allá donde vayan, sepan perdonarnos.

El papel que hemos desarrollado hacia nuestros mayores, en algunos casos, se merece una reflexión profunda. En ocasiones se han visto relegados a una expulsión social por su vejez o incluso han sido el fondo de armario en una residencia por una decisión familiar.

En el hospital San Jorge se ha concentrado durante los últimos 15 días lo que España debe ser en los momentos más duros de la crisis sanitaria. Hasta que la maldita curva se aplane.

En la habitación de Encarna no se discutía sobre política, ni bandos ideológicos, ni críticas hacia la gestión de nadie. En esas cuatro paredes el único lenguaje era el esfuerzo por la vida. La lucha de los sanitarios por salvar a una generación que le debemos lo que somos.

Lo que seremos después de la pandemia será lo que meditemos durante los días de crisis sanitaria, confinamiento social y luto por los nuestros. Si la reflexión nos permite volver a la esencia, habremos ganado: el enaltecimiento desde el reconocimiento a los mayores, la defensa a ultranza de la sanidad y la unidad forjada en la solidaridad de tantos.