Si no fuera por el enorme éxito de la jornada del 8 de marzo (me encanta oír a los que ahora matizan, pero las mujeres tenemos memoria, queridos), ahora toca discutir por las pensiones. Oyendo a Ciudadanos y al PP, a una le van dando ganas de irse suicidando, ya que no voy a cobrar pensión puesto que, al parecer, el sistema es insostenible, y los veintisiete años que llevo cotizados (uno encima de otro, tacatá) se los habrá llevado el viento. Más los que me quedan por cotizar. Así pues, si ni yo ni mis coetáneos vamos a percibir cantidad alguna a no ser que empecemos a invertir en un plan privado, ¿qué sentido tiene vivir? Yo no tengo ahorros para mantenerme desde mi jubilación hasta que me muera, si al final voy a aguantar quince añitos más en este mundo (por ponerme en la media). Y no me veo con ochenta años durmiendo en la calle y rebuscando en el contenedor. Por no hablar de que la competencia estará dura, todo lleno de ancianos medio zombis y pobres como ratas. Así pues, desde aquí se lo digo a los políticos que nos meten miedo: si las pensiones a día de hoy no se sostienen, vayan pensando cómo las van a hacer sostenibles. El dinero está, yo no he visto montones de billetes de quinientos ardiendo por las esquinas. Redistribuyan el dinero que hay, piénsenlas de otra manera, hagan tributar a quien tiene que tributar. Porque lo de suicidarme iba de broma. Ni de coña me pierdo yo ver cómo piensan contentar, los profetas del apocalipsis pensionista, a los yayos en pie de guerra que pueden darle un vuelco a las elecciones.

*Periodista