En el Foro de Davos han saltado las alarmas sobre los grandes riesgos para la estabilidad mundial que supone la inmensa brecha que existe entre países ricos y pobres, entre los 85 tipos que acaparan tanta riqueza como 3.570 millones de personas en el mundo. Pero por mucho que se desgañiten en Davos nada va a cambiar en el orden económico mundial, porque el hambre de hoy y las posibles guerras de mañana obedecen al plan trazado en 1973 por los grandes conspiradores mundiales, esa casta de usureros que inspira este oráculo suizo con su principal muñidor a la cabeza, David Rockefeller. Como buen banquero sin escrúpulos, Rockefeller creó en los setenta la Comisión Trilateral para frenar el "exceso de democracia" que se estaba generando con el despertar de unas masas que reivindicaban derechos civiles, la igualdad entre sexos y razas, y esa nueva izquierda que lideraban los curas en Latinoamérica a través de una teología liberadora que dejó en el camino a hombres tan santos como Ellacuría. Con un pie en el otro mundo, este caimán de las finanzas está a punto de lograr su objetivo, pues estamos al borde de la transformación global para la que trabajan ese puñado de indecentes multimillonarios desde hace tiempo: "Todo lo que necesitamos, dijo no hace mucho, es una gran crisis para ejercer el control del mundo". Ya lo controlan a través de una deuda mundial inextinguible, mientras estos multimillonarios y sus monaguillos políticos se descuelgan ahora con el apocalipsis que nos viene. Periodista