El pasado 29-9-2018 en este periódico publiqué el artículo Gobiernos minoritarios: políticas de confrontación. Señalaba que para Josep M. Colomer, en los más de 40 años de democracia España es el único país de Europa, donde nunca hubo un gobierno de coalición estatal, siempre ha sido de un único partido. Dos de UCD; siete del PSOE; y cuatro del PP. El promedio de apoyo electoral del 40%. No de escaños. Han sido gobiernos excluyentes, ya que una minoría de votantes es la que gana. Estos gobiernos minoritarios son producto de unas reglas institucionales, fundamentalmente del sistema electoral, que ha favorecido a los dos partidos más votados, y los requisitos a la hora de nombrar o destituir al presidente del Gobierno, ya que su elección si no se alcanza por la mayoría absoluta, se puede por una relativa en segunda vuelta. De ahí, gobiernos minoritarios, que se pueden mantener siempre que los partidos de la oposición no acuerden una moción de censura. Colomer preconizaba cambios a nivel electoral y en los procedimientos a la hora de nombrar o destituir al presidente del Gobierno y así posibilitar gobiernos de coalición (GC) que rebajan la crispación política.

España, como comprobamos, es una excepción con respecto a los países más desarrollados y a la mayoría de los países europeos que llevan más de medio siglo gobernados por coaliciones, bien mayoritarias o minoritarias (Alemania, Holanda, Bélgica, Austria, Suiza, Suecia, Noruega o Dinamarca).

Por razones obvias, conviene profundizar en el conocimiento de la formación y el funcionamiento de los GC. Un buen y extenso documento es el de coaliciones. Una guía para partidos políticos, del Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales y el Centro para la Paz y los Derechos Humanos de Oslo. Y también el artículo Los gobiernos de coalición y su incidencia sobre los presidencialismos latinoamericanos, de Josep Mª Reniu de la Universidad de Barcelona y Adrián Albala del Institut des Hautes Études de l’Amérique Latine, Sorbonne Nouvelle - Paris III. Aunque este último se refiere a Latinoamérica, sus ideas son extrapolables a otros contextos políticos. En base a ambos documentos expongo las siguientes ideas.

Los GC han sido criticados por las supuestas irregularidades que conllevan los acuerdos interpartidistas, desde la traición a la voluntad expresada por los electores (cuando el partido más votado —o con más escaños— queda fuera del ejecutivo), a los negativos efectos del chantaje político al que algunos partidos menores pueden desempeñar, como los «partidos bisagra» o a los partidos de ámbito no estatal en el caso español; al argumento de que la formalización de un acuerdo es un ejemplo de debilidad política, de incapacidad de llevar a la práctica el programa político propio. También se les ha achacado inestabilidad política, desmentida claramente desde mitad de los 80 por los trabajos de Strom (1990).

Mas, lo cierto es que el funcionamiento de los sistemas políticos descansa en la necesidad de acuerdos interpartidistas, de construir consensos y, a fin de cuentas, en la negociación entre distintos actores. Se ha señalado repetidamente que gobernar en coalición permite expresar mejor los principales valores de la democracia. Compartir responsabilidades de gobierno con otras formaciones es una apuesta decidida por el pluralismo político, ampliando así la base social del gobierno. Como efectos de estas dinámicas coaliciones del poder compartido, la sociedad obtiene mayores explicaciones sobre la acción de su gobierno, se percibe una mayor sensibilidad gubernamental hacia sus reivindicaciones, los ciudadanos se interesan más por la política y la sociedad, en su conjunto, gozará de mayor salud democrática. Los factores que condicionan la formación de GC se encuentran muy vinculados con el fortalecimiento del sistema democrático. Por un lado, la necesidad de crear mayorías parlamentarias sitúa al Parlamento en el centro de la actividad política y otorga una importancia central al diálogo político, lo que da paso al coprotagonismo de las fuerzas políticas minoritarias. E influyen en la consolidación de una opinión pública favorable al respeto por la diversidad, la tolerancia, la solidaridad, el consenso, la integración, la confianza y el gobierno compartido.

Es cierto que gobernar en coalición exige más pericia política, un mayor dominio del arte de la política y, sobre todo, el establecimiento de pautas de comportamiento interno, en el seno de la coalición. Un GC debe incrementar la comunicación entre gobernantes y gobernados teniendo en cuenta una opinión pública progubernamental con criterios dispares, exigir a los miembros del gobierno protocolos muy claros para la comunicación de políticas, diseñar criterios para gestionar posibles crisis de gobierno, crear órganos plurales de coordinación de la acción de gobierno, clarificar las relaciones entre el gobierno y los grupos parlamentarios que lo apoyan, evitar una inflación de departamentos y de cargos de sottogoverno y compatibilizar el impulso de una acción de gobierno compartido con la identidad partidista de los miembros de la coalición.

Aterrizo en el aquí y el ahora. Y, por supuesto, los GC exigen confianza entre los líderes de los distintos partidos que «manifiestan» la intención de constituirlos. ¿Existe entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias?

*Profesor de instituto