Más de 5.000 personas por las calles de Andorra en actitud reivindicativa son muchas voluntades unidas en un territorio, como el turolense, en el que la demografía es la que es. Está claro que la protesta la espolea el detonante del anunciado cierre de la térmica de Endesa, pero el sustrato de la onda expansiva es más amplio. Si la nueva estrategia ecológica pasa por la desaparición del carbón como elemento de suministro energético y esta ha sido la actividad que durante décadas permitió el mantenimiento de un sistema de vida de cierto nivel a la población de la zona, las nuevas exigencias medioambientales cortan de raíz ese escenario. Y una de las pocas comarcas de la provincia con peso económico y poblacional teme, y con razón, enfrentarse a un futuro totalmente incierto, con las repercusiones de éxodo que pueden planear si no hay alternativas que sujeten a la población. Y el hecho se suma a las carencias en infraestructuras de movilidad o de tecnologías de la comunicación que salpican todo el territorio. De ahí que las demandas de Andorra hayan ampliado las reivindicaciones a las que también llevan décadas de forma global. Como un símbolo de una línea férrea que no despega, otro tamagochi se quedó ayer en el andén. Si la actual despoblación ya define a la demografía provincial y a veces hasta se utiliza como excusa para justificar la falta de dotación de mejores servicios, la falta de acción para compensar a las comarcas mineras puede ser determinante. Hacen falta más recursos. Aunque hasta ahora hayan sido muchos, pero poco eficaces H *Periodista