El 14 de marzo el Gobierno declaró el estado de alarma a través del Real Decreto 463/2020; desde ese momento los españoles vivimos confinados en prevención de la pandemia Covid-19. Esto que unos lo llevan con más resignación que otros ha producido una forma diferente de entender: qué somos y quiénes somos. Me he propuesto en este artículo reflexionar sobre cómo las personas tenemos el protagonismo de la situación en que vivimos (basándome en que la humanidad ha tenido pandemias de todo tipo y rigor). Para ello quiero que lo veamos a través de los escritos de Antonio Machado. Descubriremos que no somos únicos ni en el sufrimiento ni en la gloria y que todas las generaciones han vivido acontecimientos diversos.

Manuel Tuñón de Lara escribe: «De la Generación del 98 Antonio Machado fue el único que pasó de ser el intelectual republicano pequeño burgués a ser el poeta y el escritor de los que ganan su pan con el trabajo diario».

Porque lo que importa, o al menos así lo entiendo yo, es que comprendamos que la cultura es lo único que nos completa en nuestro papel de persona. Como plantea Juan Mairena (apócrifo de Antonio Machado): «Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre»; pero no es posible llegar a ello dando la espalda al resto de personas que nos demanda nuestra función, sin confundir burdas y artificiales carreras contra las que debemos demostrar nuestro valor. «Porque si el hombre, como nosotros creemos, no lleva sobre sí valor más alto que el de ser hombre, el aventajamiento de un grupo social sobre otro carece de fundamento moral».

Quiero insistir en el papel, tan marginado, de la cultura, que nos aporta el verdadero alimento a nuestro espíritu, que nos permite la libertad de un pensamiento creativo y propio, ese que nos mantiene y garantiza como ciudadanos. «También la cultura -habla Juan Mairena a sus alumnos- necesita ser podada en beneficio de sus frutos, como los árboles bien frondosos. Y a falta de una poda consciente y sabia, bueno es el huracán». Porque (la cultura) no tiene una situación estática, debe evolucionar con nosotros, pero manteniendo unas vigorosas raíces que la arraiguen una generación tras otra.

Crear y mantener una sociedad que nos permita tener nuestro propio espacio sin ánimo de exclusividad, sino más bien de complementariedad con el resto, no es posible bajo una fórmula de ambición desmedida con el único fin de diferenciarse. No es otra cosa que fuego de artificio donde al final no habremos llegado a cumplir la misión de ser persona y ciudadano participando en una sociedad común que hemos denominado patria, y que se hace de ella usos que no sirven más que de excusa para acciones perversas y de egoísmo. «Sabemos que la patria no es una finca heredada de nuestros abuelos, buena no más para ser defendida a la hora de la invasión extranjera. Sabemos que la patria es algo que se hace constantemente y que se conserva solo por la cultura y el trabajo. El pueblo que la descuida o abandona, la pierde, aunque sepa morir. Sabemos que no es patria el suelo que se pisa, sino el suelo que se labra».

Tragedia

Como escribía al inicio de este artículo, vivimos momentos de tragedia por un hecho exógeno a nosotros, un virus que se ha aposentado en nuestros cuerpos y debemos inventar instrumentos que nos permitan combatirlo. Como en todas las batallas la destrucción y la ruina es lo que queda y aunque al final seamos los vencedores, que sin duda lo seremos, siempre aparecen montones de estrategas que sabían la mejor forma de plantear esta lucha. Pero esto no es lo peor. Lo incomprensible es que haya masas no cuantificadas que se agarran a estos pronosticadores porque de esa forma excluyen su responsabilidad en toda la situación. Me recuerda a cuando se hacía la mili obligada, se presentaban los reclutas que alegaban tener los pies planos o eran cortos de talla para evitar hacerla y con ello se creían más listos que el resto. Más insolidarios diría yo.

Las masas son la negación del ser humano: «Nosotros no pretenderíamos nunca educar a las masas. A las masas que las parta un rayo. Nos dirigimos al hombre, que es lo único que nos interesa: al hombre en todos los sentidos de la palabra».

Seamos aprendices permanentes, que es la única forma de cumplir nuestra función en la vida. Seamos personas con capacidad de elegir y con pensamiento propio.

Quiero cerrar este artículo con un recuerdo a todas las personas que, por causa de esta pandemia, nos han dejado. Y qué mejor que hacerlo con un breve poema del protagonista de este escrito, Don Antonio Machado.

Son buenas gentes que viven,

laboran, pasan y sueñan,

y en un día como tantos

descansan bajo la tierra.

*Presidente de Aragonex