Pasada la resaca de los últimos comicios, dos partidos -PSOE y Cs- emergen como los grandes triunfadores. Algunos han querido ver en estos resultados una apuesta de la ciudadanía por la moderación, tras una campaña marcada por la polarización entre dos extremos definidos por la nueva-vieja derecha de Vox y por su némesis, la antiespaña de independentistas y filoetarras. Sin embargo, esta lectura bienintencionada no soporta el contraste con la realidad. Porque ni los socialistas ni los neófitos liberales hicieron una apuesta por la moderación o el centro. Y porque entre los ganadores se cuentan también los nacionalistas, hasta el punto de que se hallan en situación, bien de mantener su órdago al Estado (ERC, JxCat y Bildu), bien de subir la apuesta (PNV). Con todo, los verdaderos vencedores han sido quienes animaron a Sánchez y a Rivera a abandonar el limes en el que se firmó el pacto del abrazo para replegarse a posiciones estratégicas pensando en futuras batallas.

Entregados a la propaganda, los partidos han dejado de lado los puntos programáticos -las políticas- para abonarse a la corriente de las guerras culturales, en las que el foco se pone en asuntos que dividen a la ciudadanía en función de elementos prepolíticos como valores o creencias. El ejemplo más claro es la última polémica sobre el aborto, que movilizó a la opinión pública más en función de declaraciones que en torno a la preferencia por una ley de supuestos o una ley de plazos. Los conservadores quisieron volver así a los días de las manifestaciones de los grupos pro vida en contra de Zapatero justo después de que la calle se movilizase el 8-M bajo un lema de signo contrario: el empoderamiento de las mujeres contra el patriarcado. En gran medida, esa vuelta a las esencias de los populares ha sido la arena sobre la que se han desangrado sus candidatos, por muy valientemente que se hayan batido (como Cayetana Álvarez de Toledo).

En cambio, otros planteamientos más ambiguos han salido reforzados. Sin ir más lejos, el silencio del presidente Sánchez sobre los indultos de los líderes independentistas debe entenderse como una declaración de principios. No se trataba tanto de respetar la independencia de la Justicia -como quedó claro con el viraje teledirigido de la Abogacía del Estado- como de mantener abiertas todas las vías de diálogo -y negociación- con quienes habrá que construir la gobernabilidad. Y lo mismo puede decirse del posicionamiento de Ciudadanos sobre el sistema tributario, rechazando a un tiempo las subidas de impuestos de los socialistas y las bajadas de los populares y abrazando una tercera vía que hacía de los autónomos la figura central de la economía. Entretanto, ¿dónde han quedado las reformas estructurales (los recortes), el cambio del modelo productivo o la eliminación de duplicidades?

Curiosamente, en un momento en el que todo es susceptible de adquirir un enfoque ideológico resulta casi imposible encontrar ideología en los programas de los partidos. Después del hundimiento del socialismo real y de la crisis económica que ha seguido al crack financiero, la socialdemocracia ha abandonado un objetivo transversal como el reparto de la renta en las economías de mercado para disminuir la desigualdad y se ha embarcado en la lucha por los derechos de unas minorías que sustituyen a las clases sociales. Por su parte, los partidos conservadores han abdicado de su función de garantes del orden en favor de nuevas formaciones portadoras de mensajes más directos y menos sutiles que amenazan con provocar un desorden mayor que el que conjuran. Ante este panorama, no es de extrañar que los electores hayan votado en contra de las diferentes alternativas que se les presentaban.

La mezcla de dramatización televisiva y amplificación de los mensajes a través de las redes han convertido la política en una representación holográfica donde importan más las luces, el sonido y el decorado que el texto que recitan los actores. En este marco, quienes ganan poder e influencia son los asesores, expertos en demoscopia y spin doctors que diseñan las estrategias y que observan el posterior desempeño de sus líderes entre bambalinas, lejos de los ojos del público. H *Periodista