Empezar el año haciendo regalos procedentes de Reyes que son Magos, ha sido un buen comienzo, es gratificante poderlo hacer, aunque sabido es que en muchos hogares la situación puede estar para pocas celebraciones, ese día tiene algo de especial, quizá sea uno de los más alegres del año. Esa placentera sensación de dar es más duradera que la de recibir, sobre todo para aquellos niños que han entrado en el síndrome de la opulencia del regalo y el juguete -los psicólogos hablan de «el niño hiperregalado.»- Niños que se han acostumbrado a recibir no solo en fechas señaladas sino también como premios por cumplir sus obligaciones. Esta sociedad de consumo desproporcionado -hay que ver estos días de loterías y rebajas las filas que se han generado en la calle- estará creando las bases de una generación insatisfecha, esto significa formas de comportamiento inmaduras e infelices porque, sin duda, la vida no se les presentará envuelta en regalo. «Un juguete, una ilusión» solo es una campaña publicitaria solidaria.

Este 2021 nos trajo, sin quererlo, un regalo, la gran nevada, que pasó de ser un paisaje de postal, a provocar accidentes, muertos y cientos de personas atrapadas en las carreteras, situaciones muy críticas que ocuparon un tiempo récord en los informativos por la dramática situación. Es necesario aprender para sobrellevar un futuro incierto, la sensación de inseguridad que existe cuando acontece algo considerablemente adverso en nuestro país, nos está dejando perplejos, nos genera desconfianza cuando, habiendo tenido información meteorológica una semana antes de la llegada de Filomena, no se han activado las medidas técnicas necesarias para paliar las consecuencias tan tremendas que se han producido. ¿Quizá no tenemos suficientes recursos, mecanismos y herramientas para evitar el colapso generalizado? El ministro Ábalos , a la vez que puso en valor la previsión del Gobierno añadía que «la realidad había sobrepasado el nivel previsto y que lo importante era garantizar la movilidad», admitiendo que «eso no sería posible hasta que amainase la nevada». Confiar en que saliera el sol y que subieran las temperaturas para solucionar los problemas que ha creado la borrasca, eso no es gestionar, eso es sentarse en el porche a mirar las nubes.

Intentar volver a la otra normalidad después de la borrasca no fue posible en los días sucesivos, estábamos en racha de heladas y el gobierno aragonés decidió, de forma generalizada, suspender las clases el lunes y el martes, -se supone que para evitar traspiés en las entradas y patios de los colegios- una medida preventiva sin margen de tiempo, por lo que a muchos padres se les presentó un problema serio de compatibilidad laboral. La orden fue criticada porque algunos colegios tenían limpio el acceso al centro. En cualquier caso, a los infantes, adolescentes y docentes, cuando este estado de alarma sanitaria pase, habrá que hacerles un merecido homenaje por su entereza y aguante en soportar las bajas temperatura con las ventanas abiertas en el aula. El factor climático es imprescindible que forme parte de la vida política porque es la responsabilidad de los gobiernos prever y articular acciones necesarias para proteger a la población cuando, afortunadamente, la mayor de las veces se pueden solucionar.