Estos días he dicho alguna vez, incluso por escrito, que de cara a las elecciones generales del 28 de abril y contra los pronósticos más tenebrosos, confío en que el sentido común del electorado español ponga a cada uno en su sitio y haga inútiles los esfuerzos de tantos políticos (a derecha e izquierda) empeñados en equivocarse y en dejarnos un panorama endiablado, en el que la ultraderecha se convierta en la clave del arco parlamentario y goce del poder que jamás llegó a soñar en los últimos cuarenta años. Y no porque espere yo que la sensatez, y mucho menos el sentido de Estado, vaya a apoderarse repentinamente de nuestros dirigentes políticos, sino porque oigo y veo cosas en la calle, entre la gente que conozco, en lo que muchos ciudadanos plan-tean en la radio espontáneamente, e incluso en algunas de las encuestas más fiables que se publican (aunque cualquiera se fía de las encuestas…), que despiertan unas gotitas de optimismo ante tanta oscuridad.

Intentaré explicarme y empezaré por la derecha. Nos hemos pasado décadas oyendo decir que en España no había votantes de extrema derecha como los había en casi todos los países europeos. Un error. Solo teníamos que saber traducir las conver-saciones de mucha gente para saber que esos votantes estaban ahí, esperando la ocasión de poner en la urna la papeleta de un partido que cumpliese dos condiciones: proclamar sin tapujos esa ideología y tener opciones de un buen resultado electoral. Por suerte o desgracia, lo han encontrado en Vox.

¿A dónde iban esos votos hasta ahora? Sobre eso no hay duda: iban a engrosar la cuenta del Partido Popular. Fraga y su AP, y eso hay que agradecérselo, convirtió el voto franquista en voto democrático. Y, además, votar al PP les permitía poner un dique a la izquierda, a la que odian y rechazan aún más que a la derecha blandita.

Eran, pues, votos prestados. Lo que pasa es que estuvieron prestados tanto tiempo que quienes los tenían en préstamo llegaron a creer que eran suyos. Ahora están volviendo con sus legítimos propietarios y eso desconcierta a los dos partidos conservadores, conscientes de que el sistema electoral proporciona primas suculentas cuando el voto se concentra en uno solo, o como mucho en dos, mientras que es menos generoso cuando el voto se dispersa en varias opciones. Es evidente que el PP de Casado ha endurecido su discurso en temas sensibles para la ultraderecha con la es-peranza de volver a contar con ese voto montaraz, pero no es menos evidente que se trata de un error porque, mientras intenta recuperar los votos que tenía prestados, lo que hace es perder los suyos por el centro-derecha.

Ese centro-derecha que era justamente el caladero de Ciudadanos, que anda en un extraño sinvivir. Resulta que sus expertos les dicen que hay mucho votante de derechas que no acaba de decidirse entre ellos, el PP y Vox, así que Rivera intenta «ayudarles» en su decisión y manda decir que hay que establecer un cordón sanitario al PSOE para que se convierta en un partido español de pata negra, como Dios y Rivera mandan. Así que ya tenemos a un tercero a la busca de esos votos de derecha extrema. Las mismas encuestas dicen también que, en solo un mes, Cs ha perdido hasta un 5% de votantes centristas tras lo de Andalucía y tras la foto de la plaza de Colón con Casado y (¡sobre todo!) con Abascal. Yo no tengo dudas: en las próximas elecciones generales, la derecha perderá en Andalucía más de 100.000 votos. Se admiten apuestas.

Siempre se ha sabido, y nada lo ha desmentido hasta ahora, que las elecciones se ganan en el caladero de votos que va desde el centro-izquierda al centro-derecha, por la simple razón de que es el más numeroso entre los que no tienen adscripición política concreta (esos, como es natural, votan a los suyos). Ocurrió con Suárez y su UCD. Ocurrió después, cuando UCD se desmoronó y el PSOE de González ocupó esa ansiada centralidad. Volvió a ocurrir en 1996, cuando Aznar convenció a muchos de que el PP era el centro reformista. Y como, con su insuficiente mayoría, hubo de moderar aún más el mensaje para gobernar, ganó en 2000 con mayoría absoluta. Luego, cuando se escoró hacia la derecha de Bush y se lanzó a conquistar Irak, Afganistán y el islote de Perejil, los españoles le premiaron mandándole a la oposición y echándose en brazos de Zapatero, que predicaba una moderada Tercera Vía. Aún le fue peor al PP de Rajoy cuando endureció su discurso sobre el terrorismo y el 11-M, y si no llega a ser por la crisis y porque recogió las velas más radicales…

También le pagaron a Pedro Sánchez con el peor resultado socialista en la centenaria historia del PSOE. ¿Por qué va a ser ahora muy diferente?

Visto que Podemos ha entrado en una cierta senda de madurez responsable con la moción de censura y el apoyo a los presupuestos de Sánchez, uno estaría tentado de pensar que la izquierda tiene muchas bazas en la mano para ganar, si no fuese por las rencillas internas en el PSOE (ahora más en sordina, pero hace bien poco a trompetazo limpio) y por la tendencia irreprimible de Podemos y sus confluencias a pegarse un tiro en el pie a cada rato. Lo de Echenique por Zaragoza es un ejemplo.

En una palabra, que si se produce el anunciado trasvase de votos de centro al PSOE y los votantes de izquierdas no se quedan en casa como ocurrió en Andalucía, el cántaro de la lechera de la derecha tricéfala, puede romperse el 28 de abril. Es verdad que a un lado y a otro, a derecha e izquierda, se están haciendo notables esfuerzos para conseguir que muchos/as votantes se aburran de ellos pero, si algo ha demostrado este país es que sus ciudadanos tienen a menudo más sentido común que muchos políticos.

Esa es la esperanza: que, visto lo de Andalucía, con Vox asomando ya su negra patita en el Parlamento andaluz, y con la foto de Colón reciente, el sentido común de la mayoría les invite a votar. Al que mejor les parezca o al que no les parezca el peor, pero a votar. Así no tendremos que llorar al día siguiente por lo que pudo haber sido y no fue. Como lloraron los británicos que no querían brexit o los demócratas americanos que, hartos de Hillary, se quedaron en casa a ver cómo ganaba Trump.

<b>*ATTAC Aragón

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