Cuando envío este artículo no se sabe exactamente cuándo llegará el Aquarius y las 629 personas que van en él. A pesar de que organizaciones humanitarias recordaban el deber de los estados de no vetar la entrada del barco, así como la dificultad de alargar el viaje, solo España se ha ofrecido a acogerlo, después de la llamativa negativa de Italia pero, cuidado, también de la silenciosa, e igualmente efectiva, de Francia. Y es que las declaraciones de Salvini son repugnantes, pero no nos equivoquemos, la insolidaridad con migrantes y refugiados es un problema europeo compartido. A la UE y a los estados europeos habría que preguntarles: ¿Qué pretendéis? ¿Que se ahoguen? ¿Que desaparezcan por arte de magia?

Alguien ya advertía que quién va a la deriva no es el Aquarius sino Europa. Y es que Europa ni actúa responsablemente ni asume sus responsabilidades.

Frente a una crisis de primera magnitud, hay que construir una política migratoria y de asilo común. Una política que no pase por oficializar la tacañería y la insolidaridad, sino por concretar los compromisos explicitados en la legislación internacional en cuestiones de migración y asilo. Hace años que se reclama, pero no se ha hecho. Y el problema crece.

La irresponsabilidad también reside porque, al margen de cómo termine el Aquarius, sí que sabemos perfectamente que si no hacemos nada, habrá muchos más Aquarius. Igual que con Aylan, el niño kurdo-sirio encontrado muerto en la playa hace tres años, parece que Europa no acaba de asumir que no estamos ante fenómenos aislados, sino que hay decenas de miles de casos como Aylan y el Aquarius.

¿Cabe recordar que estamos ante la cifra más alta nunca registrada de refugiados y desplazados? ¿Que estos 65 millones duplican la cifra de hace 20 años? Estamos ante un problema que ha ido creciendo, año tras año. ¿Alguien puede hablar de sorpresa?

Cuando hablamos de la insolidaridad e irresponsabilidad de Europa, criticamos su falta de ética y decencia. Cierto, pero no destacamos suficientemente otro aspecto crucial: su grado de incompetencia y candidez. Sí, candidez.

Tenemos un mundo profundamente desigual e injusto, en el que hay regiones enteras que sufren la pobreza y la falta de futuro: es normal que haya gente que no se resigne. Nosotros haríamos lo mismo.

Tenemos un mundo con muchas guerras y una larga lista de países que vulneran los derechos humanos: es normal que haya gente que no quiera arriesgarse a ser el próximo bombardeado o desaparecido y busque un lugar donde su vida no corra peligro. Nosotros haríamos lo mismo.

Esta es la candidez de la insolidaridad europea: ¿alguien, seriamente, puede pretender que con los niveles de desigualdad, injusticia y violencia existentes no habrá movimientos de personas? Todos los insolidarios de Europa, los extremistas y los suaves, tendrían que responder esta pregunta: ¿Por escurrir el bulto, pensáis que dejarán de haber migrantes o refugiados mientras se mantengan las coordenadas políticas y económicas actuales? ¿Por más barreras y muros que pongáis, pensáis que no intentarán superarlas?

Pero Europa no solo actúa irresponsablemente. Tampoco asume sus responsabilidades en todo este asunto. En muchos sitios se oyen argumentos del tipo «que se espabilen, no es culpa nuestra». Evidentemente, no todo lo que pasa en el mundo es culpa exclusiva de los europeos. Pero pensar que Europa es ajena a la situación económica y política de las regiones que expulsan personas por motivos económicos y políticos es, otra vez, de una candidez extrema.

Europa no puede mirarse la crisis migratoria y de refugiados como si no fuera con ella. Las realidades que provoca el desplazamiento masivo son fruto, también, de las prioridades, intereses, intervenciones, políticas exteriores, etcétera, de los países europeos. ¿Hay que recordar, por poner solo un ejemplo, que el conjunto de los países europeos son responsables de casi la tercera parte de las ventas de armas en el mundo, unas armas que desestabilizan países, extienden la violencia, facilitan las vulneraciones de derechos humanos y provocan muerte, destrucción y crisis de refugiados? Europa puede desconectar del drama de migrantes y refugiados, pero no puede sostener que no es responsable de ello y no puede pretender que no le afectará. Así que, mejor ponerse a trabajar para reducir las causas de estas migraciones y responder humanitariamente cuando haga falta. Prevención y acogida, dos caras de una misma solidaridad.

*Politólogo y periodista