Que coincida el X aniversario de la conquista de la Copa del Rey con el desastre que está viviendo el Real Zaragoza, solo es fruto de la crueldad del destino. Estuve viendo un rato a este presunto equipo contra la Ponferradina, y apagué al poco porque mi pasión no está reñida con la estupidez. No hay que tragar voluntariamente ruedas de molino. Amamos al Zaragoza como se ama un río, algo que te ha ido calando desde niño. Pero los sentimientos necesitan también ser regados; ser de un equipo que jamás haya conquistado nada, es insuperable.

Por fortuna el Real Zaragoza ha proporcionado muchas tardes de gloria a la afición. Solo hay que seguir esta tanda de entrevistas que realizan los colegas de este diario a destacados futbolistas que militaron aquí; ayer estaba Pichi Alonso, y me estremezco al constatar la delantera que pugnaba en el equipo: Valdano, Amarilla y Pichi. Un escándalo. Hoy, les aseguro, que yo sería incapaz de recordar cuatro nombres de la actual plantilla.

Aquella noche gloriosa del 17 de marzo eleva la estima de los pueblos modestos. Yo vi el partido en el pabellón Príncipe Felipe, con el mismo ambiente que si fuese Barcelona. Saber que enfrente del Real Zaragoza se alineaban nombres como Zidane, Beckham, Raúl o Figo, me hace dudar de que en efecto, aquella victoria no fue un sueño. En realidad era imposible. Pero el deporte es eterno porque a veces ganan los pequeños. Si fuese pura ciencia, nadie iría a los estadios. Salvo con este Zaragoza que, en efecto, no subirá.