El emérito se ha marchado, huido dicen algunos, sin despedirse, a la francesa, parece que por prácticas poco éticas. Decepción. Como decía Iñaki Gabilondo hace unos días, ha degradado a los que le acompañaron en este periodo democrático, aunque no fueran monárquicos. Muchos creímos que su figura y lo que representaba era parte de nuestro entramado institucional democrático, por el que se peleó contra el franquismo. No es que fueran Adolfo Suárez y el Rey los que crearon el actual sistema, como dicen algunos, especialmente desde la derecha, aunque sí desempeñaron su papel. Yo creo que fueron los sectores de izquierda los principales contribuidores al despectivamente llamado régimen del 78, algo que les honra. Magnífica labor la de la Transición. Dicen que se ha ido porque se echaba alguna perrilla al bolsillo y las llevaba a Suiza. Algunas gentes tienen fijación con Suiza. ¿Por qué será? ¿Dónde aprenderían a hacer esas cosas? ¿Tenía necesidad de eso? Ahora interpreto lo de Urdangarin : pensaba que era un insensato y que a cuento de qué se había metido en esos asuntos. Pues bien, quizá es lo que veía por esos lares y fue un alumno aventajado. Esperemos que a su cuñado no le entren las tentaciones. Claro con Franco no se sabía si esas cosas ocurrían o no. En el actual sistema democrático se saben, no todas, pero cada vez se conocen más. Y lo mejor: algunos van a la cárcel y pagan por ello. Quizá no todo lo que deberían, pero van cayendo.

En este país donde los pesimistas son una especie endémica, numerosa, se le da poca importancia porque creen y dicen que no tenemos solución, que esto será siempre asi, que no tenemos remedio. Lo asocian en ocasiones a esos años 80 del siglo pasado, cuando se produjeron sonoros escándalos financieros y fraudes y, así, poco menos que esto viene de esta época democrática. Me parecen unas apreciaciones acomodaticias y equivocadas. Es desde entonces, precisamente, cuando estas cosas salen a la luz y algo después cuando ya empiezan a no quedar impunes. Hasta tres ministros de Aznar están o han estado en la cárcel por estos asuntos. ¿Cuántos ministros de Franco fueron a la cárcel? Ninguno. ¿Cómo acumuló su fortuna? No se sabe.

Para comparar unos tiempos con otros y para poner en valor lo que nuestro sistema ofrece les invito a una observación simple. Cuando pasen por la avenida Valencia de Zaragoza fíjense en una torre de 18 pisos, esquina Bretón, una calle normal y una placilla enfrente. Desde 1965 cuando se construyó, ya nos hemos acostumbrado, ya forma parte del paisaje y por tanto no nos llama la atención, solo se siente en invierno, cuando se pasa por esa calle, por las ventoleras heladas que producen los edificios tan altos en una especie de efecto túnel, dada la altura del edificio. A la vista, una cosa así ya no sucede en nuestro país sin consecuencias de una manera generalizada. Hay casos: el Algarrobico en el paraje natural del Cabo de Gata todavía no ha sido demolido, sentencia tras sentencia.

En estos tiempos democráticos las ilegalidades se persiguen y si se encuentran las pruebas, algo que los delincuentes tratan de ocultar, hay castigo. Cierto que hay carencias y mucho por recorrer, pero no es para exhibir un derrotismo patológico. Lo que procede es dar más medios a los perseguidores de los delincuentes y no lamentar las cosas que se descubren y, por supuesto, no votar a los beneficiarios. Medios legales y policiales y recursos para la administración de justicia para que haga su labor con rapidez y no agrave las injusticias. En aquellos tiempos de la dictadura, en los juzgados se pagaban lo que conocía como las «astillas». Dinero bajo mano que recibían algunos empleados de la administración para que sus expedientes se adelantasen o se retrasasen, según interesara al pagador. Conocidos y aceptados esos pagos, los terminó un ministro de Justicia socialista. Pues miren si hemos avanzado.

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