Será que me dura aún el jet lag, pero los últimos acontecimientos políticos me tiene turulato. Flipo al ver cómo Casado relanza el tema del aborto no sé si por algún compromiso con los grupos confesionales (e integristas) que le apoyaron o por mimetismo con Bolsonaro y otros monstruos paleoconservadores. Pero lo que de verdad me asombra es el alcance del delirio patriótico que embarga a los españoles españolísimos, a los catalanes catalanísimos y a todos los hiperpatriotas en general. Luego están los viejos jefes del PSOE, cuyas declaraciones solo pueden hacernos reír a quienes les conocimos cuando estaban en la cresta de la ola. Ya les vale.

Vamos a ver: nos dijeron antesdeayer los caudillos de la derecha que Sánchez se había bajado los pantalones ante los secesionistas catalanes con el tema de la mesa de partidos, el relator y su deseo de desinflamar la crisis catalana a base de diálogo. Ellos, por supuesto, son partidarios de cortar por lo sano, ir a un 155 duro y solventar el tema a base de jueces, policías y, si hace falta, el mismísimo Ejército que, según el credo conservador, para eso está. Pero ayer la cosa giró porque los independentistas rechazaron la mesa, el relator y el proyecto de Presupuestos Generales, ante lo cual el Gobierno dió por imposible toda conversación.

Entonces, ¿de qué va esto? ¿Cómo entender que Esquerra y el PDCat hayan enmendado a la totalidad (al alimón con PP y Cs) esos mismos Presupuestos supuestamente acordados en un vis a vis entre Junqueras e Iglesias, el de Podemos? ¿Por qué peperos como el aragonés Beamonte hablaron de unas cuentas públicas «manchadas de sangre y golpismo», si los presuntos golpistas se preparan para echarlas abajo? Y por cierto, ¿qué sangre?, ¿de quién?

Vengo diciendo que Sánchez y los suyos se conducen con cierta torpeza. Pero viendo con quiénes tienen que lidiar y en qué contexto de confusión, violencia verbal y mala hostia, es difícil no sentir alguna simpatía por su empeño conciliador.

Solo llego a una conclusión: el PP echa de menos a ETA.