La tormenta política que se ha desencadenado tras las mociones de censura en el Gobierno de la Región de Murcia y la Alcaldía de la capital, en las que Ciudadanos ha roto con el PP y Vox para pactar con el PSOE no parece que vaya a sucederse en otras comunidades. Únicamente ha desatado otro terremoto en la Comunidad de Madrid, y más por la reacción desproporcionada de la presidenta Isabel Díaz Ayuso al forzar un adelanto electoral que por que hubiera una intención real de Ciudadanos de romper una coalición que se pretendía mantener a pesar de las maltrechas relaciones entre ambos partidos en el Ejecutivo de la comunidad de la capital española.

Donde no parece que vaya a producirse ningún sobresalto es en las relaciones y pactos que tiene la formación naranja en Aragón, en la que mantiene el acuerdo en el Ayuntamiento de Zaragoza con el PP y el apoyo externo de Vox y está en la oposición en las Cortes de Aragón, aunque mantenga un apoyo tácito al cuatripartito por la sintonía que mantiene el líder de la formación naranja, Daniel Pérez Calvo, con el presidente de Aragón, Javier Lambán.

El anterior líder de Ciudadanos, Albert Rivera, trazó una estrategia en la que se alineó con uno de los dos grandes bloques ideológicos, el conservador. Fruto de esa estrategia ordenó un pacto global con el PP que se cumplió en las instituciones aragonesas (con la excepción de Huesca, en la que un misterioso voto atribuido a un edil de Ciudadanos rompió el acuerdo e impidió que gobernara la popular Ana Alós). De este modo, Ciudadanos exploró la opción de gobernar con el PP y vox en la comunidad autónoma pero la suma de PSOE, CHA, PAR y Podemos lo impidió. En el Ayuntamiento de Zaragoza las órdenes de Madrid facilitaron que el popular Jorge Azcón lograra la alcaldía y la candidata de Ciudadanos, Sara Fernández, fuera la vicealcaldesa, a pesar de que estuvo cerca y había sintonía para pactar con el PSOE y la entonces aspirante a alcaldesa por este partido, Pilar Alegría.

La sustituta de Rivera, Inés Arrimadas, ha optado por volver a la geometría variable y al papel que tuvo en un principio Ciudadanos: la de ser un partido que pueda apoyar gobiernos de distinto signo en función de las circunstancias. Ciudadanos, con unas perspectivas electorales muy negativas, trata así de recomponer su espacio y en este sentido el modelo aragonés y su estabilidad es del agrado de la presidenta nacional de la formación. Es precisamente esa estabilidad, fruto del pragmatismo de todos los protagonistas tanto en el Ayuntamiento de Zaragoza como en las Cortes de Aragón la que impide que pueda Ciudadanos romper su acuerdo municipal, y mantiene su buena relación en el Parlamento autonómico tanto a izquierda como a derecha. Está por ver si esta estrategia le funcionará al partido de Arrimadas, y también es difícil prever si no se producirá ningún cambio hasta final de legislatura, aunque al igual que ocurre en Andalucía o Castilla y León, donde ahí Ciudadanos gobierna en coalición, pueda darse algún cambio. De hecho, ha sido en la convulsa política murciana y madrileña donde se han desatado esas tormentas. Y en Aragón hace tiempo que está el anticiclón.

En cualquier caso, Azcón --mucho más hábil que su colega Díaz Ayuso-- ha podido ver que el papel de Ciudadanos en los pactos con los populares no es de mera comparsa, y que debe conjugar el apoyo necesario de Vox sin menospreciar a su primer socio, ya que las consecuencias, como se ha demostrado en Madrid o Murcia, pueden ser nefastas para el interés de los populares.