El trasvase del Ebro va a ser derogado. Es un final rotundo que muy pocos pudieron prever hace cuatro años, cuando el Gobierno Aznar volcó en el tapete político una apuesta hidrológica tan agresiva como radical. Para Aragón representa una gran victoria estratégica, la Victoria . Por vez primera vez, un gobierno en ejercicio no solo niega expresamente el maldito trasvase, sino que lo anula cuando ya se había convertido en Ley y sus obras estaban a punto de ser puestas en marcha.

Desmontar el PHN y traer las tropas de Irak dando un giro de ciento ochenta grados a la política exterior de España son dos decisiones cruciales, valientes y adoptadas con una determinación que dice mucho a favor del presidente Zapatero. España está gobernada por gente que parece creer en el diálogo y el sentido común, que ha desactivado el clima de crispación y enfrentamiento existente hace sólo tres meses y que, al tiempo que cuida las relaciones con la periferia , es capaz de hacer gestos particularmente cariñosos al país interior . Los amables diálogos parlamentarios entre el presidente del Gobierno y el diputado de CHA José Antonio Labordeta son el símbolo de un nuevo espíritu. Y además hace mucho que no veíamos tantos aragoneses situados en puestos relevantes de la Administración central.

Sin embargo, en Aragón persiste un extraño nerviosismo. Hay dudas, hay desconfianza. Cuando en algunos círculos comentas la transcendencia histórica que habrá de tener la derogación del PHN trasvasista, siempre hay alguien que replica sentencioso: "Bueno, no echemos las campanas al vuelo" o "Ya veremos si el trasvase está muerto... o sólo desmayado", y seguro que otros contertulios asienten con cara de preocupados. Hay quienes no creen ni en lo que están viendo, imaginan trucos, piensan que las cosas no pueden ser tan fáciles... Por eso estamos listos para sacar conclusiones negativas de todo lo que pueda suceder; por ejemplo la inconcreción del ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, a la hora de hablar en Zaragoza sobre financiación autonómica y las deudas que Aragón reclama a Madrid , o el lenguaje cada vez más moderado (si no apocado) que utilizan los miembros del Ejecutivo aragonés cuando se refieren a nuestras eternas reivindicaciones sobre infraestructuras y similares. Claro, ¡cómo ahora los interlocutores son colegas, las lanzas se tornan cañas!. Por eso, Bizén Fuster, portavoz de CHA en las Cortes, lanzó una advertencia cargada de intención: "Estuvimos en contra del utilízanos Josémari, y estaremos en contra del utilízanos Zapatero". ¿Será verdad entonces que vamos a vivir otro de esos giros de ciento ochenta grados que se producen en la política aragonesa según estén, o no, en Moncloa y el Pignatelli gentes del mismo partido?

Pueden ustedes pensar que me he pasado al sociaterío, pero soy de los que estos días predican paciencia y advierten que el actual Gobierno de España está aterrizando todavía, se ha visto obligado a tomar de inmediato acuerdos de enorme envergadura y se encuentra con un país donde las cosas nunca fueron tan bien como se quiso hacernos creer. Hasta que se elaboren los Presupuestos Generales para el 2005 no podremos calibrar las intenciones de Zapatero.

Los aragoneses deberíamos estar ahora de buen humor, considerando de la que nos hemos librado y el éxito de nuestras masivas movilizaciones. Otra cosa es que flote sobre nosotros un raro desasosiego, atribuible en mi opinión no sólo a lo recelosos que nos han vuelto tantas promesas incumplidas, sino a la vacuidad de nuestro propio espacio social y político.

Casi un año después de su constitución, los gobiernos de las dos instituciones más importantes de la comunidad (DGA y Ayuntamiento de Zaragoza) no acaban de coger su velocidad de crucero. La noticia más importante que ha producido en este tiempo el Gobierno aragonés ha sido la minicrisis dada a conocer este mismo fin de semana. No hay nuevas ideas, no hay impulsos transformadores más allá de las consabidas acciones emblemáticas , no hay diálogo con la sociedad, no hay pasión ni debate. Determinados poderes fácticos (financieros, empresariales y mediáticos) mantienen enormes cuotas de poder e impiden en la práctica la modernización de la región. Exhalamos un inconfundible olor a rancio y sufrimos un evidente déficit democrático.

No acabamos de encontrarnos. Por eso seguimos mirando a Madrid , esperando quizás que la ministra Narbona nos dé pistas e instrucciones para resolver nuestros particulares contenciosos hidrológicos. Pero es aquí dónde hoy nos jugamos el futuro.