El jefe de Vox, Santiago Abascal, llenó y rellenó el palacio de Congresos de Teruel. Era su primer mitin en la capital del Aragón más conservador. Un exitazo, por supuesto. Y lo más significativo de todo es que consiguió el entusiasmo de los asistentes con un discurso paleoconservador completamente desintonizado de la realidad y los intereses de los turolenses. Dos perlas: el jefe de la derecha superdura resucitó la propuesta de un Plan Hidrológico que lleve agua (del Ebro, se supone) a Levante, y ofreció como soluciones a los problemas de las comarcas rurales (y vacías)... el apoyo de su partido a la caza y los toros. Todo esto en el contexto de un arrebato antiautonomista y la obsesión por recentralizar España y recomponerla... tal y como estuvo cuando Teruel (y Aragón entero) sufrió el mayor abandono por parte de aquello que llamábamos Madrid.

Tal vez por eso, porque Vox viene exhibiendo un fenomenal poder de convocatoria, Lambán, el barón socialista aragonés que sin embargo no comulga con la actual dirección del PSOE, se apresuraba a seguir reforzando su flanco derecho con la escenificación del Consejo de Gobierno en Sijena, las réplicas tajantes al catalán Torra y su confluencia discursiva con el manchego García Page en lo referido a la posible ilegalización de partidos independentistas (periféricos).

Ya dije que el presidente del Gobierno aragonés en lo retórico y en lo práctico se está ciñendo como casi ningún otro a los argumentarios y catálogos del Aragón de orden (réplica al catalanismo, propuestas conservadoras, resistencia a los cambios drásticos, respeto por los poderes fácticos tradicionales, regadíos, carbón, ruralismo y todo lo demás). Lo hace perfecto. Pero me temo que no se le va a lucir, porque mientras las derechas (sobre todo el PP de Beamonte) van a por él sin contemplaciones y el electorado de dicha tendencia jamás le apoyará, puede perder el predicamento que aún conservase entre unas izquierdas que, por cierto, arrastran un desconcierto y una desmoralización crecientes.

El problema de fondo, no obstante, ya no tiene tanto que ver con las cuestiones ideológicas. A muchos aragoneses, españolísimos sin duda, se les está empujando hacia opciones políticas y culturales terriblemente atrasadas e inútiles. Los nacionalpopulismos y los mantras paleoconservadores no solo amenazan con un retroceso democrático sin precedentes; sobre todo exaltan la ignorancia, la desinformación, el rechazo a todo discurso medioambiental (y feminista y solidario, por supuesto), el localismo (frente al cosmopolitismo), las tradiciones más conservadoras, la aversión a todo lo moderno y a todo lo complejo... Es decir, justo lo que Aragón no se puede permitir si quiere construir no ya un futuro de progreso sino un futuro de cualquier clase.

La Tierra Noble, como gran parte de España (salvo, quizás, el País Vasco), padece un grave déficit de creatividad, emprendimiento productivo y sentido de lo colectivo. Y lo que le sugieren los hiperpatriotas es que profundice ahí, que desprecie cuanto ignora y se refugie en las esencias identitarias mientras otros manejan la ciencia y la tecnología: agricultura transgénica y no ecológica, empresas sucias, energía contaminante, empleo barato, consagración de la burricie, desregulación a favor de los poderosos, desprecio por la inventiva, la calidad y el valor añadido... Envidia, oscuridad, vuelta al pasado. No te metas en política, no exijas ningún derecho. Ya te dirán qué has de hacer.