La dimisión de Teresa Artigas, la concejala de ZeC, no debiera ser considerada un acontecimiento excepcional... salvo porque se produce cuando el mandato ya estaba a punto de acabar (muy apurada en lo personal se hubo de ver la cesante para decir no puedo más) y, en paralelo, por el aparente desbarajuste de Podemos, de la izquierda-izquierda e incluso, si me apuran de la izquierda semi o moderada o centrada, el PSOE. Desconcierto, vértigo y pesimismo justo cuando llega una de las coyunturas electorales más importantes que han tenido lugar en España en los últimos cuarenta años. Estamos en una segunda transición en la que las derechas pretenden reinvertir los efectos de la primera. Con la democracia en la boca y el canovismo y el franquismo en el corazón y los programas.

Desesperado, Lambán no abandona su propuesta de que el futuro quede en manos de los constitucionalistas capaces de integrarse en los paradigmas del 78. Este mensaje supone, en la táctica del actual Gobierno aragonés, situar a nuestra Comunidad en línea con la Andalucía susanista (escenario del desastre), Extremadura o Castilla La Mancha: España-España. Lo cual supone nada menos que situar lo esencial del mensaje y el argumentario en parámetros nacionales más que en cualquier otro aspecto local, social o específico.

Desde tal perspectiva, Aragón se queda sin mucho sitio. Teruel emerge como símbolo de la España vacía que patalea pidiendo un milagro que no ha de producirse y la jota parece que va a ser declarada patrimonio de la humanidad. Pero las izquierdas han dejado (por desconocimiento, impotencia o porque ahora no toca) de tener un programa que renueve, ¡de una vez!, los objetivos estratégicos de la Tierra Noble, y los saque de los lugares comunes absurdos e inoperantes. En cuanto a las derechas... Están en otro tema y otra guerra.

Ni PP ni Ciudadanos han hecho en esta legislatura autonómica otra cosa que desgastar con cualquier pretexto (a veces de lo más peregrino) al Ejecutivo socialista y de paso a sus socios (¿?) de Podemos. En el Ayuntamiento de Zaragoza la prioridad se ha invertido, pues el objetivo era esa especie de podemismo sui generis y pseudocomunista de ZeC, y aprovechar el tiro para meterle algún perdigón a ese PSOE que eligió alcalde a Santistve para luego no dejarle pasar ni una. Desde los ámbitos conservadores no hay nada especial que les interese decir sobre Aragón. Más España, más Madrid, más derecha. Y para el Teruel irredento, desierto, ya lo dijo Abascal, toros, caza y la mujer la pierna quebrada y en casa. A repoblar, coño.

Nos espera una campaña de las autonómicas y municipales que no podrá sino reflejar la de las generales. Se intentará por parte de los actores políticos, agitar los espíritus con los clichés que han demostrado su eficacia emocional: el centro de España vacío sujeto a la hipertrofiada Madrid, contra una periferia díscola y traidora. Modestos valores rurales contra ese País Vasco y esa Cataluña industriales y supremacistas. Que nos dejen quemar lignitos sulfurosos en la térmica de Andorra y que se invente algún método (¡ya me dirán cuál!) para que los médicos especialistas, que cada vez son más escasos, ocupen las plazas vacantes en el hospital de Teruel. Españolismo, victimismo, rutina cultural y donde haya agua... una granja de cerdos.

A lo mejor es esta toda la cera que ha de arder. Luis Maria Beamonte y Daniel Pérez (si acaba siendo el candidato) lo tienen claro: Cataluña a tope. Y vale.