La llegada de inmigrantes a Aragón ha salvado el crecimiento vegetativo de una comunidad condenada al envejecimiento. Y se ha situado a niveles anteriores a la crisis, donde fueron los más castigados. Y llegan a un territorio en el que, de momento y pese a la desaceleración económica, todavía sigue creando empleo. Aunque no solo hay que ver a los nuevos aragoneses como guarismos, también son una fuente de enriquecimiento, entre ellos el cultural.