El PNV decidirá. Ayer corría por la Corte la especie de que los nacionalistas vascos estaban por apoyar la moción. Si así lo hacen serán repudiados por el mismo PP que pactó con ellos los Presupuestos Generales y volverán a ejercer, a los ojos de la derecha oficial, de enemigos de España, traidores y separatistas. Aunque siempre cabe un milagro: que se pongan de perfil por aquello de la rebaja del cupo y el aumento de las inversiones. Entonces quedarán acreditados a ojos de Génova como un partido serio y constructivo.

Rajoy se acostó lleno de aprensiones y temores. En las horas previas había reiterado el argumento de que Pedro Sánchez chantajea al Hemiciclo. ¿Y qué hace él cuando amenaza con las mayores catástrofes económicas si no le dejan seguir en Moncloa? El gran jefe conservador se aferra a los traspiés de la Bolsa y los vaciles de la prima de riesgo de la misma forma que en 2016 jugó con el calendario para ubicar en plena Navidad la eventual convocatoria de nuevas elecciones generales, forzando así su reelección (después, claro, de que Sánchez fuera derribado por sus propios barones).

Don Mariano se apunta al chantaje o a lo que sea. Y más ahora que se le tambalean los palos del sombrajo. Eso sí, no creo que dimita en un último gambito para impedir que el socialista sea presidente. ¿Ceder? ¡Jamás! Y menos ahora, cuando llega el monstruo de Frankenstein a desalojarle de un trono que ya creía garantizado hasta el 2020.

Cundirán en la sesión de hoy los argumentos para besugos. El PSOE (el que tiene a su gente en vista oral por el caso de los ERE) actuará como abanderado de la lucha contra la corrupción. Podemos se hará el prota aunque va de actor secundario. Los soberanistas catalanes... sentirán el dulce sabor de la venganza. Y el PNV dirá la última palabra. Todos habrán de contradecirse, rectificar y poner la marcha atrás. Pero se darán el gustazo de dejar a Rajoy abrazado a Ciudadanos, perplejo, desbordado, encabronadísimo. Luego será lo que tenga que ser. Hay que ver cómo juegan al mus estos vascos.