Los publicistas a menudo defienden el sexismo de sus creaciones diciendo que no son más que el reflejo de la sociedad, y que un anuncio que no conecte con ella y su manera de ser no funciona. Si esto es así, ser mujer según la publicidad es muy fácil. Sabemos que tenemos como principal preocupación el cuerpo, la cara y el cabello. De pequeñas jugamos con muñecas y lo tenemos todo de color de rosa, cuando nos hacemos mayores y hemos de tener relaciones sexuales debe ser con sabor a fresa y acelerándonos para culminar al mismo tiempo que nuestro compañero. Cuando trabajamos siempre somos secretarias que bailan con colores llamativos y comen poco. Cuando tenemos hijos somos las que queremos lo mejor para ellos y les prometemos amor de por vida con tantas colonias y papillas como haga falta. Tanto da cuál sea nuestra capacidad intelectual, nuestras dotes artísticas, nuestras aspiraciones profesionales o nuestras inquietudes como seres humanos; en la publicidad lo que predomina es nuestra preocupación inherente, inmutable e intransferible por la limpieza y el orden en casa. Que los azulejos del cuarto de baño estén brillantes o que pasar un algodón por el suelo y ver que está limpio haga que nos estremezcamos poniendo los ojos en blanco. Y ahora añadimos el arroz, que nos hace tener tan buena cara como si hubiéramos pasado una noche entera de sexo. ¿O sea que cocinar te hace el cutis más fino? Lo que no dice el anuncio es si el arroz debes hacerlo sola o acompañada. Escritora