Periódicamente, con el mejor de los criterios, el Ayuntamiento de Zaragoza ofrece en su primera sala, La Lonja, una megaexposición dedicada a las civilizaciones antiguas. Son varias ya las huellas del pasado que han dejado impronta entre el numeroso público local y foráneo, y ésta formidable muestra de 7000 años de Arte Persa que ahora, y hasta finales de mayo, se exhibe, bajo el patrocinio de Caixa, en la plaza del Pilar, no está siendo excepción.

Se trata, en efecto, de una de esas exposiciones antológicas que, por el inmenso valor de sus piezas y la dificultad de itinerarlas fuera de su país de origen, se ven una vez en la vida. Algunos de esos vasos, frisos, hachas ceremoniales o tablillas cuneiformes del arte seléucida, o sasánida, o de la ciudad de Elam, donde nació la escritura, están valoradas en muchos millones de euros, y viajan por vez inaugural a Europa gracias a la disposición del Museo Nacional de Irán, cuyo director, Mohammad Reza Kargar, ha logrado que salgan por primera vez de su nación desde la revolución de los ayatollah.

De la visita a la exposición de La Lonja, aparte de la admiración estética inspirada por la belleza y perfección de todas y cada una de las piezas, se sale con la impresión de habernos sumergido en uno de los más antiguos pozos de ciencia de la humanidad. Las antiguas civilizaciones iraníes, en efecto, que manifiestan una encomiable coherencia a lo largo del devenir de los milenios, y de los primeros siglos de nuestra era, se elevan al nivel de la civilización egipcia, o de la griega, de las que, por otra parte, toman o absorben distintos elementos, fundiéndolos con su propia matriz, y adaptándolos a su antigua y nunca extraviada grandeza. Así, Darío se nos mostrará bajo la luz de un emperador meticuloso y científico, capaz de organizar con detalle la administración de un inmenso imperio y de promover las artes, la astronomía, las matemáticas y la agricultura con la precisión y el desvelo de un Ramsés o de un Pericles. Esos templos, esas ciudades, esos palacios elevados sobre las altiplanicies de la vieja tierra de los iranios, o arios, dan fe, en su espléndida decrepitud, de la magnificencia de sus conceptos y materiales arquitectónicos, de la modernidad de una población que supo integrar a otros pueblos y legar a la eternidad conceptos básicos en la religión (siempre monoteísta), la lecturra de los astros, el arte de la guerra o la organización social (el derecho al trabajo, por ejemplo, estaba muy extendido, sin que existiera discriminación entre mujeres y hombres, que cobraban lo mismo).

En estos tiempos de maximalismos ideológicos, de intolerancias religiosas, de racismo y discriminación, este tipo de recordatorios viene a resituar nuestra visión occidental del mundo islámico, restituyéndole su influencia y peso, e invitándonos a redescubrir, por la vía de la cultura y la historia, aquellos lazos que deben unirnos.

Un consejo de tipo práctico. Debido a las largas colas que, lógicamente, se forman ante La Lonja en los fines de semana, intenten ver la exposición durante días laborables.

*Escritor y periodista