Urban art, Street art, son las diferentes acepciones que se dan a la hora de definir una pintura mural o una intervención artística desarrollada en las calles de las ciudades y que de manera directa se interrelaciona con el espacio donde se ubica. Lo más habitual es verlas en superficies elegidas por los artistas dentro de un concepto muralista. Es por ello que esas obras las solemos ver en fachadas de edificios, medianiles, incluso pueden abarcar espacios sin límites establecidos; nada que ver con la práctica de ensuciar las paredes de cualquier espacio de la ciudad con grafías espantosas que se establecen dentro de un incívico comportamiento y falta de respeto por el espacio público, asaltando incluso espacios de difícil acceso y dentro de márgenes radicales. Estos grupos, especie de grafiteros, cual si fueran canes, se mueven en territorios reconocidos por sus defecaciones, dejan su objetivo para conseguir la aprobación y el reconocimiento de la tribu a la que pertenecen. Esta práctica sigue dejando en escaparates y puertas de comercios garabatos interminables; se pueden ver por cualquier calle o avenida de la ciudad, arruinando todo aquello que invaden. Por dejadez y por no tomar medidas que imposibiliten estas prácticas se están quedando como muestra de la incapacidad para mantener las ciudades limpias de esta contaminación. Algo que no ocurre en la mayoría de los países europeos. Escasamente solo se ve en espacios marginales o en capitales altamente deterioradas, sorprendentemente paradójicas por su acervo histórico y cultural, como es Atenas.

Cuando hablamos de arte urbano, estamos hablando de algo concebido por artistas formados, cada vez más, en las universidades, en las escuelas de arte, y que desarrollan sus obras desde conexiones con el mundo de la comunicación, de las industrias creativas, del diseño, de la fotografía, cobrando un mayor protagonismo dentro de las artes plásticas y visuales. Estos artistas tienen una característica, el empeño en ser reconocibles sin que resulte necesario plasmar la firma. La durabilidad de sus obras al estar expuestas en la calle, en muchos casos, es efímera en lo que se refiere a su contexto, por lo que la intención visual pretende ser contundente y de gran personalidad.

La conexión que se establece con el ciudadano, que pasea y contempla estas obras, no se da con la misma facilidad en otros espacios expositivos. El Street art se ha ido elevando, a partir de los 90, a la categoría de arte y tradicionalmente ha servido como panel de reivindicaciones y activismo popular. El diálogo de comunicación es muy directo y no solo por su iconografía sino porque hay una parte importante que ayuda de muy diferentes formas a reconstruir la calle de una manera funcional y a transmitir una libertad que captan, sin ningún esfuerzo, cómplices observadores.

Estos días pasados, en la ciudad de Zaragoza se desarrolló la decimocuarta edición del Festival Asalto de arte urbano, un festival que ha ido creciendo y que ha llegado a posicionarse a nivel internacional por el número de creadores que confluyen. Una de las características de este festival son las diferentes ubicaciones elegidas en la ciudad, barrios, espacios populares, cumpliendo uno de los objetivos más democráticos del arte, involucrando a colectivos sociales y público que quiera participar. Contemplar al artista en pleno ejercicio, in situ, es algo poco habitual, un atractivo que fomenta la creatividad y la comunicación. Un festival que hay que seguir potenciando y apoyando.

*Pintora y profesora