Los afortunados, los ricos, los privilegiados y notables de esta sociedad se pueden permitir ser lo que quieran ser, aparentar lo que mejor les convenga para permanecer inalterables en su escalafón. Cuidan la compostura, no importa la situación ni el momento personal, lo importante es que esa imagen pública permanezca inalterable. Realmente es de admiración que, este tipo de personas, controlen toda afección. Estos días en el funeral de Miguel Boyer, veíamos a su viuda Isabel Presysler y a su hija Ana Boyer cual modelos desfilando para un funeral, todo perfecto, todo en su sitio, el sentimiento también. Es lo que tienen los que venden su imagen, lo que pasa es que, aunque todos la usen para hacer fortuna, los hay que la emplean para devaluar, frivolizar y parodiar situaciones muy serias como la lucha por la igualdad de género. Es el caso del diseñador alemán Karl Lagerfeld que contrató a grandes modelos top para realizar su desfile de temporada en el Grand Palais de París, parodiando una manifestación feminista. Las modelos con megáfono en mano, pancartas y estupendos trajes, mostraban su apoyo al feminismo. ¡Qué gran artificio! Las modelos son el paradigma del antifeminismo, son capaces de llegar hasta la anorexia para alcanzar tallas que los magnates de la moda les imponen o de ponerse vestimentas insufribles, todo para llegar a lo más alto. Es tal la paradoja de Lagerfeld y la frivolidad que, vendiendo moda como vende, por si misma se define, es imperar, imponer o seguir, aún así se atreve a decir que este desfile es para que las mujeres construyan su propia identidad y no sigan al dictado. Pero ¿nos cree idiotas? Lo que vende es una imagen lamentable y casposa.

Pintora y profesora de C.F.