El vicepresidente del Gobierno de Aragón, Arturo Aliaga, ha recibido el alta tras un mes de ingreso hospitalario. Una experiencia muy dura que le ha hecho conocer y sufrir en carne propia la crudeza de la pandemia y reflexionar sobre los aspectos sustanciales de su vida, y también de su vida política. Particularmente activa desde que el Partido Aragonés, que Aliaga preside, decidió apoyar al PSOE de Javier Lambán en un gobierno de coalición con Podemos y CHA. Ejecutivo que, hasta ahora, a pocos meses de su constitución, ha funcionado con sorprendente unidad y ausencia de graves disensiones.

Aliaga, un político veterano y práctico, apegado a una realidad que está acostumbrado a evaluar y transformar, se muestra dispuesto a reincorporarse cuanto antes a la batalla contra el coronavirus. Puede ser un valioso apoyo a la sobrecarga de Javier Lambán, demasiadas semanas solo frente a los numerosos flancos de la pandemia, y abriéndose a diario un nuevo agujero en nuestro suelo económico. Aportando su experiencia en crisis anteriores y sus contactos con el mundo empresarial y financiero, el líder aragonesista puede ser muy útil a la hora de reactivar la economía en un territorio, el de la comunidad de Aragón, que conoce bien en su mapa industrial, comercial y turístico. Conectado con Madrid, y en cordiales relaciones con los ministerios económicos del Gobierno de Pedro Sánchez, las gestiones de Aliaga deberían contribuir a reabrir actividades cuanto antes, a no cerrar otras y a aminorar los dramáticos efectos que ya empezamos a sufrir: pérdida de poder adquisitivo, bajada del consumo, aumento del paro, parálisis administrativa, deterioro de los servicios públicos y un largo etcétera de efectos que han llevado a los líderes populares, como Isabel Díaz Ayuso, a sostener que «el Gobierno de Sánchez nos va a arruinar».

No es la visión de Aliaga, cada vez más alejado de un PP--Aragón que en la época de Luisa Fernanda Rudi descuidó la sanidad pública y que hoy guarda silencio sobre la actual pandemia, sin presentar, como tampoco lo ha hecho Pablo Casado a nivel nacional, una alternativa a las medidas que van tomando Moncloa o el Pignatelli.