Una de las características permanentes en la literatura del griego Petros Márkaris, y más concretamente a lo largo de su serie policíaca protagonizada por el comisario Kostas Jaritos, es su carácter «familiar». Siendo también esa sensación de círculo que define y protege al comisario ateniense un claro espejo donde se reflejan los modos de vivir y de pensar de la sociedad griega, así como el transcurso de sus últimas generaciones, sus crisis y problemas sociales, Olimpiada, pandemias…

Kostas Jaritos, como el veterano comisario en que se ha venido, caso tras caso, convirtiendo, continúa enfrentándose a diario contra el delito, el crimen, cualquiera de las formas en las que el mal pretende alterar la convivencia. Pero, una vez Jaritos ha entrado en su casa, y está junto a su mujer, Adrianí, su hija, su yerno, su nieto y algunos allegados más de confianza, la escena y su mensaje mutan de lo público a lo íntimo, de lo policial a lo familiar, de lo social a lo privado, del thriller al realismo.

En Ética para inversores, su nueva y reciente novela, Márkaris consigue ligar un argumento muy de actualidad, y al mismo tiempo bastante representativo del capitalismo moderno. Los protagonistas son esa clase de inversores que recorren las orillas de Grecia, y de todo el Mediterráneo, en busca de lugares privilegiados o de playas vírgenes donde emplazar complejos hoteleros, puertos deportivos, resorts, marinas, casinos… cualquier instalación que rentabilice su inversión y dé su buen dinero. En la trama de Ética para inversores, el asesinato de un financiero de nacionalidad saudí dispuesto a invertir millones en una playa situada a pocos kilómetros de Atenas abrirá un nuevo misterio cuya oculta solución pondrá a prueba la pericia, la paciencia, la lucidez de Jaritos.

En la estela de aquel Maigret de Simenon que sedujo a lectores de medio mundo con sus realistas aventuras y cachazudo carácter, encarnando un modelo de policía europeo con numerosos seguidores, Jaritos, por más que entre un griego y un francés cualquier parecido, como en las muy intencionadas y con doble lectura novelas de Márkaris, sea mera coincidencia, guarda, sospecho, más de una similitud con el viejo Maigret.

Ni es mal maestro ni le habría defraudado el discípulo.