Nos desayunamos con la sentencia del Tribunal de Estrasburgo, que de nuevo dejó en evidencia la Audiencia Nacional española, para satisfacción de Otegui. Pero eso no era nada comparado con lo que nos sirvieron de merienda: el Supremo se la envainaba por 15 votos contra 13 y, dándose la vuelta como un calcetín (sudado), procedía a salvaguardar los intereses de los bancos rectificando una sentencia suya, que hace bien poco vió la luz como fallo definitivo. ¿Definitivo? Vaya chiste.

La justicia española andaba rondando la charca donde nuestra vida institucional se pudre lenta pero inexorablemente. Por fin se ha tirado de punta cabeza al pantano. Qué gustazo. Al resultado estratégico de tal acción la gente bien hablada lo llama inseguridad jurídica. Cierto, pero hay algo más concreto: ya no será posible tomarse en serio los dictados de sus señorías, precisamente ahora cuando ellos dicen la última palabra de cualquier cosa, conflictiva o no, que ocurre en esta bendita España... y sus regiones.

Visto lo visto, no sé a qué ha venido tanta pasión con la instrucción del juez Llarena (a la cual sólo podrían ponerle peros los traidores y los extranjeros enemigos de nuestra patria). O con los dictámenes del Constitucional, capaces de someter a los otros poderes del Estado. O con cualquier sentencia menuda, sea la de Gürtel o esa de los EREs que está al caer. Menos lobos, Caperucita.

Estos días, alguien habrá ganado una pasta en la Bolsa, a poco que pudiese controlar el vaivén de las sentencias. Y supongo que quienes finalmente han dejado a los hipotecados con el culo al aire justificarán el alto renuncio judicial apelando a más altos intereses económicos. Enorme sensibilidad financiera, ¿verdad? Eso sí, el sentido de la oportunidad política va por otro lado, como se ha visto en el torpe y contraproducente empeño de meter a Junqueras y los otros en la cárcel y de por vida. Porque en España, como acabamos de comprobar, la dura lex solo es dura de verdad... cuando conviene a quienes manejan la supuesta patria de todos como si fuese su cortijo.